Hoy, sobre el pesebre de Belén se cierne ya la sombra de
la cruz. La anuncian la pobreza del establo, la profecía de Simeón sobre el
signo de contradicción y la espada destinada a traspasar el alma de la Virgen,
y la persecución de Herodes, que causará la muerte de los niños Inocentes
Mártires y hará necesaria la huida de la Sagrada Familia a Egipto.
El Hijo de Dios —la Palabra eterna— se ha hecho tan
pequeño como para estar en un pesebre. Se ha hecho niño para que Dios esté a
nuestro alcance. Él nos enseña así a amar a los pequeños; amar a los débiles;
respetar a los niños. El Niño de Belén nos hace poner los ojos en todos los
niños que sufren y son explotados en el mundo, tanto los nacidos como los no
nacidos.
—En todos ellos, es el Niño de Belén quien nos interpela.
En estos días navideños, oremos para que el resplandor del amor de Dios
acaricie a todos estos niños.
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net
(elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).
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