Día litúrgico: Martes XX del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 19,23-30): En aquel tiempo,
Jesús dijo a sus discípulos: «Yo os aseguro que un rico difícilmente entrará en
el Reino de los Cielos. Os lo repito, es más fácil que un camello entre por el
ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos». Al oír esto, los
discípulos, llenos de asombro, decían: «Entonces, ¿quién se podrá salvar?».
Jesús, mirándolos fijamente, dijo: «Para los hombres eso es imposible, mas para
Dios todo es posible».
Entonces Pedro, tomando la palabra, le dijo: «Ya lo ves,
nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué recibiremos, pues?».
Jesús les dijo: «Yo os aseguro que vosotros que me habéis seguido, en la
regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, os
sentaréis también vosotros en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de
Israel. Y todo aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre,
hijos o hacienda por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará la vida
eterna. Pero muchos primeros serán últimos y muchos últimos, primeros».
Comentario: Rev. D. Fernando PERALES i
Madueño (Terrassa, Barcelona, España).
«Un rico difícilmente entrará en el Reino de los Cielos...
Entonces, ¿quién se podrá salvar?»
Hoy contemplamos la reacción que suscitó entre los oyentes
el diálogo del joven rico con Jesús: «¿Quién se podrá salvar?» (Mt 19,25). Las
palabras del Señor dirigidas al joven rico son manifiestamente duras, pretenden
sorprender, despertar nuestras somnolencias. No se trata de palabras aisladas,
accidentales en el Evangelio: veinte veces repite este tipo de mensaje. Lo
debemos recordar: Jesús advierte contra los obstáculos que suponen las
riquezas, para entrar en la vida...
Y, sin embargo, Jesús amó y llamó a hombres ricos, sin
exigirles que abandonaran sus responsabilidades. La riqueza en sí misma no es
mala, sino su origen si fue injustamente adquirida, o su destino, si se utiliza
egoístamente sin tener en cuenta a los más desfavorecidos, si cierra el corazón
a los verdaderos valores espirituales (donde no hay necesidad de Dios).
«¿Quién se podrá salvar?». Jesús responde: «Para los
hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible» (Mt 19,26). —Señor, Tú
conoces bien las habilidades de los hombres para atenuar tu Palabra. Tengo que
decírtelo, ¡Señor, ayúdame! Convierte mi corazón.
Después de marchar el joven rico, entristecido por su
apego a sus riquezas, Pedro tomó la palabra y dijo: —Concede, Señor, a tu
Iglesia, a tus Apóstoles ser capaces de dejarlo todo por Ti.
«En la regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente
en su trono de gloria...» (Mt 19,28). Tu pensamiento se dirige a ese “día”,
hacia ese futuro. Tú eres un hombre con tendencia hacia el fin del mundo, hacia
la plenitud del hombre. En ese tiempo, Señor, todo será nuevo, renovado, bello.
Jesucristo nos dice: —Vosotros, que lo habéis dejado todo
por el Reino, os sentaréis con el Hijo del Hombre... Recibiréis el ciento por
uno de lo que habéis dejado... Y heredaréis la vida eterna... (cf. Mt
19,28-29).
El futuro que Tú prometes a los tuyos, a los que te han
seguido renunciando a todos los obstáculos... es un futuro feliz, es la
abundancia de la vida, es la plenitud divina.
—Gracias, Señor. ¡Condúceme hasta ese día!
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