El Arzobispo de Piura, Monseñor José Antonio Eguren
Anselmi, SCV., presidió la Santa Misa dominical, donde reflexionó el Evangelio
del día. Al iniciar su homilía, el Arzobispo resaltó la maravillosa enseñanza
que nos dejó Jesús en la oración del Padrenuestro: “Los discípulos no le
habrían pedido a Jesús que les enseñase a orar si es que no lo hubiesen visto
primero rezar. Si ver orar a un santo o a un hombre de Dios impresiona, imaginemos
cuánto más de impresionante y sobrecogedor habrá sido ver al mismo Señor Jesús
orar, verlo unido totalmente a su Padre por la oración. Por ello a los
discípulos les brotó naturalmente del corazón pedirle: «Enséñanos a orar».
Jesús satisface este deseo de los suyos dándonos la preciosa oración del
Padrenuestro”, dijo.
En otro momento de su homilía, Monseñor José Antonio
Eguren exhortó a los presentes a que en este Año de la Misericordia, “los
padres les enseñen a sus hijos a rezar”. “Desde las cosas más sencillas como es
enseñarles a hacer la señal de la cruz, las oraciones básicas del cristiano, la
visita al Santísimo; hasta meditar, leer la Sagrada Escritura y participar
adecuadamente en la Misa del Domingo. A todos los exhorto para que vivamos la misericordia
enseñándole a los demás a rezar. Nada hay más hermoso que rezar porque como
dice el Papa Francisco, «rezar es como respirar. Y la respiración tiene dos
fases: Inhalar, o sea meter el aire dentro y exhalar, esto es, dejarlo salir.
La vida espiritual se alimenta, se nutre con la oración, y se manifiesta en la
misión. Inhalación, la oración, y exhalación, la misión. Cuando respiramos, en
la oración, recibimos el aire fresco del Espíritu y al exhalarlo proclamamos a
Jesucristo suscitado por el mismo Espíritu. Nadie puede vivir sin respirar».
Hagamos de nuestra comunidades y parroquias casas y escuelas de oración”.
Finalmente, el Arzobispo destacó la importancia de la
oración en la vida de todo cristiano, oración que debe nacer de un profundo
deseo de encontrarse con Dios. “(…) Teniendo presente que Dios es bueno, que
siempre nos da cosas buenas, y la mejor de todas: Nos da al Espíritu Santo que
todo lo santifica y a todo le da vida. Que María la Virgen Orante, nos enseñe a
dar alabanza, gloria, honor y bendición a Dios, sumo y total bien. Esta es la
actitud de María cuando proclama el Magnificat: «Mi alma glorifica al Señor»”.
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