Día litúrgico: 25 de Enero: La Conversión
de san Pablo, apóstol
Texto del Evangelio (Mc 16,15-18): En aquel tiempo,
Jesús se apareció a los once y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la
Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que
no crea, se condenará. Éstas son las señales que acompañarán a los que crean:
en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán
serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las
manos sobre los enfermos y se pondrán bien».
Comentario: Rev. D. Josep GASSÓ i Lécera (Ripollet,
Barcelona, España).
«Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva»
Hoy, la Iglesia celebra la fiesta de la Conversión de san
Pablo, apóstol. El breve fragmento del Evangelio según san Marcos recoge una
parte del discurso acerca de la misión que confiere el Señor resucitado. Con la
exhortación a predicar por todo el mundo va unida la tesis de que la fe y el
bautismo son requisitos necesarios para la salvación: «El que crea y sea bautizado,
se salvará; el que no crea, se condenará» (Mc 16,16). Además, Cristo garantiza
que a los predicadores se les dará la facultad de hacer prodigios o milagros
que habrán de apoyar y confirmar su predicación misionera (cf. Mc 16,17-18). La
misión es grande —«Id por todo el mundo»—, pero no faltará el acompañamiento
del Señor: «Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt
28,20).
La oración colecta de hoy, propia de la fiesta, nos dice:
«Oh Dios, que con la predicación del Apóstol san Pablo llevaste a todos lo
pueblos al conocimiento de la verdad, concédenos, al celebrar hoy su
conversión, que, siguiendo su ejemplo, caminemos hacia Ti como testigos de tu
verdad». Una verdad que Dios nos ha concedido conocer y que tantas y tantas
almas desearían poseer: tenemos la responsabilidad de transmitir hasta donde
podamos este maravilloso patrimonio.
La Conversión de san Pablo es un gran acontecimiento: él
pasa de perseguidor a convertido, es decir, a servidor y defensor de la causa
de Cristo. Muchas veces, quizá, también nosotros mismos hacemos de
“perseguidores”: como san Pablo, tenemos que convertirnos de “perseguidores” a
servidores y defensores de Jesucristo.
Con Santa María, reconozcamos que el Altísimo también
se ha fijado en nosotros y nos ha escogido para participar de la misión
sacerdotal y redentora de su Hijo divino: Regina apostolorum, Reina de los
apóstoles, ¡ruega por nosotros!; haznos valientes para dar testimonio de nuestra fe
cristiana en el mundo que nos toca vivir.
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