Hoy, al estupor de sus conciudadanos, que se escandalizan,
corresponde el asombro de Jesús. Aunque sabe que ningún profeta es bien
recibido en su patria, sin embargo la cerrazón de corazón de su gente le
resulta oscura, impenetrable: ¿Por qué no se abren a la bondad de Dios, que
quiso compartir nuestra humanidad?
El hombre Jesús de Nazaret es la "transparencia"
de Dios; en Él Dios habita plenamente. Y mientras nosotros siempre buscamos
otros signos, otros prodigios, no nos damos cuenta de que el verdadero Signo es
Él, Dios hecho carne: todo el amor de Dios contenido en un corazón humano.
—Quien entendió verdaderamente esta realidad es la Virgen
María, bienaventurada porque creyó. María no se escandalizó de su Hijo: su
asombro por Él está lleno de fe, lleno de amor y de alegría, al verlo tan
humano y a la vez tan divino. Así pues, aprendamos de ella, nuestra Madre en la
fe, a reconocer en la humanidad de Cristo la revelación perfecta de Dios.
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net
(elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).
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