Hoy, espeluznados, vemos cómo los espíritus inmundos
—antes que los hombres— confiesan a Jesucristo ser el "Hijo de Dios".
Jesús les manda callar: este misterio debía desvelarse con pedagogía ante los
hombres. La expresión "Hijo de Dios" lo declaraba como el Dios vivo
que se nos hace presente; lo unía al ser mismo de Dios.
Profundizar esta verdad exigió grandes esfuerzos. ¿Es Hijo
en el sentido de una "especial cercanía" a Dios (así consideraba
Israel a sus reyes), o Él era realmente "igual a Dios", "Dios
verdadero de Dios verdadero"? El Concilio de Nicea (a. 325) lo explicó con
el término "homooúsios" ("con-sustancial"). Este término
filosófico (que ha entrado en el "Credo") sirve para recalcar que
Jesús no es "el Hijo" en sentido mitológico ni político (los
significados más familiares en el contexto de la época), sino que lo es con
toda propiedad.
—Sí, en Dios mismo hay desde la eternidad un diálogo entre
Padre e Hijo que, en el Espíritu Santo, son verdaderamente el mismo y único
Dios.
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de
textos de Benedicto XVI) (Città del
Vaticano, Vaticano).
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