Hoy meditamos sobrecogidos el "abatimiento
existencial" que atenaza al joven rico «porque tenía muchos bienes». El
problema no son las posesiones, sino la incapacidad de amar por el excesivo
apegamiento a las mismas. La doctrina social de la Iglesia enseña que los
bienes de la tierra están destinados al uso de todos los hombres, pero que, al
mismo tiempo, es legítima su posesión —como propiedad privada— para garantizar
la libertad y la dignidad de las personas.
El derecho a la propiedad privada (como todos los demás
derechos individuales), desvinculado de un conjunto de deberes que le dé un
sentido profundo, se desquicia insensibilizando el corazón humano ante las
necesidades ajenas. Los deberes delimitan los derechos porque remiten a un
marco antropológico y ético en cuya verdad se insertan también los derechos y
así dejan de ser arbitrarios.
—Al derecho a la "propiedad privada" debe
acompañarle una "hipoteca social", a saber, el deber de poseer los
bienes de manera solidaria con las necesidades de los demás.
Comentario: Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant
Cugat del Vallès, Barcelona, España).
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