Día litúrgico: Sábado XXVIII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Lc 12,8-12): En aquel tiempo,
Jesús dijo a sus discípulos: «Yo os digo: Por todo el que se declare por mí
ante los hombres, también el Hijo del hombre se declarará por él ante los
ángeles de Dios. Pero el que me niegue delante de los hombres, será negado
delante de los ángeles de Dios. A todo el que diga una palabra contra el Hijo
del hombre, se le perdonará; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no
se le perdonará.
»Cuando os lleven a las sinagogas, ante los magistrados y
las autoridades, no os preocupéis de cómo o con qué os defenderéis, o qué diréis,
porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel mismo momento lo que conviene
decir».
Comentario: Fr. Alexis MANIRAGABA (Ruhengeri,
Ruanda).
«El que se declare por mí ante los hombres, también el
Hijo del hombre se declarará por él»
Hoy, el Señor despierta nuestra fe y esperanza en El.
Jesús nos anticipa que tendremos que comparecer ante el ejército celestial para
ser examinados. Y aquel que se haya pronunciado a favor de Jesús adhiriéndose a
su misión «también el Hijo del hombre se declarará por él» (Lc 12,8). Dicha
confesión pública se realiza en palabras, en actos y durante toda la vida.
Esta interpelación a la confesión es todavía más necesaria
y urgente en nuestros tiempos, en los que hay gente que no quiere escuchar la
voz de Dios ni seguir su camino de vida. Sin embargo, la confesión de nuestra
fe tendrá un fuerte seguimiento. Por tanto, no seamos confesores ni por miedo
de un castigo —que será más severo para los apóstatas— ni por la abundante
recompensa reservada a los fieles. Nuestro testimonio es necesario y urgente
para la vida del mundo, y Dios mismo nos lo pide, tal como dijo san Juan Crisóstomo: «Dios no se contenta con la fe interior; Él pide la confesión
exterior y pública, y nos mueve así a una confianza y a un amor más grandes».
Nuestra confesión es sostenida por la fuerza y la garantía de su Espíritu que está activo dentro de nosotros y que nos defiende. El reconocimiento de Jesucristo ante sus ángeles es de vital importancia ya que este hecho nos permitirá verle cara a cara, vivir con Él y ser inundados de su luz. A la vez, lo contrario no será otra cosa que sufrir y perder la vida, quedar privado de la luz y desposeído de todos los bienes. Pidamos, pues, la gracia de evitar toda negación ni que sea por miedo al suplicio o por ignorancia; por las herejías, por la fe estéril y por la falta de responsabilidad; o porque queramos evitar el martirio. Seamos fuertes; ¡el Espíritu Santo está con nosotros! Y «con el Espíritu Santo está siempre María (…) y Ella ha hecho posible la explosión misionera producida en Pentecostés» (Papa Francisco).
Nuestra confesión es sostenida por la fuerza y la garantía de su Espíritu que está activo dentro de nosotros y que nos defiende. El reconocimiento de Jesucristo ante sus ángeles es de vital importancia ya que este hecho nos permitirá verle cara a cara, vivir con Él y ser inundados de su luz. A la vez, lo contrario no será otra cosa que sufrir y perder la vida, quedar privado de la luz y desposeído de todos los bienes. Pidamos, pues, la gracia de evitar toda negación ni que sea por miedo al suplicio o por ignorancia; por las herejías, por la fe estéril y por la falta de responsabilidad; o porque queramos evitar el martirio. Seamos fuertes; ¡el Espíritu Santo está con nosotros! Y «con el Espíritu Santo está siempre María (…) y Ella ha hecho posible la explosión misionera producida en Pentecostés» (Papa Francisco).
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