Hoy, el Evangelio nos lleva a considerar la realidad de
los divorciados vueltos a casar como uno de los grandes sufrimientos de la
Iglesia. Su situación (casado-divorciado-vuelto a casar) no alcanza a cumplir
la misión del matrimonio canónico: ser imagen del "matrimonio" de
"Cristo-Esposo" con la "Iglesia-Esposa". La mencionada
situación irregular no es coherente con la recepción del mayor exponente de la
unión esponsal: el sacramento del Cuerpo de Cristo.
La Iglesia ama a quienes se encuentran en esta situación.
Las parroquias deben hacer todo lo posible para que ellos se sientan amados,
aceptados, aunque no puedan recibir la absolución ni la Eucaristía. Incluso sin
la recepción corporal del sacramento también pueden vivir plenamente en la
Iglesia y pueden estar espiritualmente unidos a Cristo en su cuerpo.
—Los divorciados vueltos a casar pueden ver en su
sufrimiento un don para la Iglesia, porque sirve a todos también para defender
la estabilidad del matrimonio. Este sufrimiento es también un sufrir de la
comunidad de la Iglesia por los grandes valores de nuestra fe.
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net
(elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).
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