Martes 27 Oct 2015 | 09:56 am
Ciudad del Vaticano (AICA): Francisco recibió el
lunes 26 de octubre a los participantes en el IV Curso de formación de los
capellanes militares en el Derecho Internacional Humanitario, organizado por la
Congregación para los Obispos, por el Pontificio Consejo de la Justicia y la Paz,
y por el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso y del que participa
monseñor Pedro Candia administrador diocesano del obispado castrense de la
Argentina.
Francisco: “Ustedes vienen de diferentes países para reflexionar
juntos sobre algunos de los retos actuales del derecho internacional
humanitario, relativos a la protección de la dignidad humana durante los
conflictos armados internos y los llamados ‘nuevos conflictos armados’. Se
trata, por desgracia, de un tema de gran actualidad, sobre todo si pensamos en
la intensificación de la violencia y el aumento de las zonas de guerra en las
diversas partes del mundo, como África, Europa y Oriente Medio”, les dijo el
Papa.
Francisco destacó cómo la guerra rompe las relaciones
entre hermanos y entre naciones. “Desfigura también -dijo- a quienes son
testigos de tales atrocidades. Muchos militares regresan después de las
operaciones de guerra o de misiones de paz con heridas internas reales. La
guerra puede dejarles una marca indeleble. La guerra, de hecho, siempre deja
una marca indeleble”.
“Por tanto -continuó- conviene preguntarse sobre cómo
tratar las heridas espirituales de los soldados que, al haber vivido la
experiencia de la guerra, fueron testigos de atrocidades. Estas personas y sus
familias requieren una atención pastoral específica, un cuidado que les haga
sentir la presencia maternal de la Iglesia. El papel del capellán es
acompañarlos y apoyarlos en su camino, siendo para todos una presencia fraterna
y consoladora”.
“El derecho humanitario tiene como objetivo salvaguardar
los principios esenciales de la humanidad en un contexto, el de la guerra, que
es en sí deshumanizador. Su objetivo es proteger a las personas que no
participan en el conflicto, como la población civil o el personal sanitario y
religioso, y a quienes no lo hacen de manera activa, como los heridos y
prisioneros. Con el fin de cumplir con su propósito de humanización de los
efectos del conflicto armado, el derecho humanitario merece ser promovido y
difundido entre todos los militares y las fuerzas armadas, incluidos los no
estatales, así como entre el personal de seguridad y la policía. Además,
necesita desarrollarse más, para hacer frente a la nueva realidad de la guerra,
que hoy, por desgracia, dispone de instrumentos cada vez más mortales”.
“Sin embargo -añadió- como cristianos estamos
profundamente convencidos de que el objetivo final, el más digno de la persona
y de la comunidad humana, es la abolición de la guerra. Por lo tanto, debemos
siempre tratar de construir puentes que unan y no muros que separen; tenemos
que ayudar siempre a buscar una salida para la mediación y la reconciliación.
En este período, en el que estamos viviendo una “tercera guerra mundial en
pedazos” -finalizó- ustedes están llamados a fomentar en los militares y en sus
familias la dimensión espiritual y ética, que les ayude a hacer frente a las
dificultades e interrogantes a menudo innatos en este peculiar servicio al país
y a la humanidad”.
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