“Alaba mi Alma la
grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador. Porque ha
puesto los ojos en la pequeñez de su esclava.”
(Lc 1,46)
Dios puso su
mirada en María por su humildad y sencillez, por su abandono y confianza, por su
“fiat” (“hágase”) a la voluntad de Dios. Es por eso que seguimos su ejemplo y
celebramos la fiesta de nuestra madre, bajo la advocación de la “Virgen del Buen Paso”.
La advocación de
la Santísima Virgen del Buen Paso, data a inicios del siglo XVI (Islas
Canarias, España). En las primeras décadas del siglo XVIII Fray Diego Henríquez
cuando habla de la Patrona de la Isla de la Gomera se refiere a la Virgen del Buen Paso. La elección de su ermita fue anterior a 1544 y estaba situada a la entrada
de la Rada (Bahía) de San Sebastián, nada queda de ella. Era una talla flamenca
de madera, cuya fiesta se celebraba el día de la Natividad de la Virgen, el 8
de septiembre.
Nuestra Madre
llegó a Caravelí en el s. XVII (alrededor de 1630) y desde entonces se la
venera como patrona. Ella procede de una de las siete Islas Canarias: muy
posiblemente, desde la isla de la Gomera. Allí fue patrona, muchos años. Pero,
con el transcurrir del tiempo, cambiaron el patronazgo, por el de la Virgen de Guadalupe de la Gomera (s. XIX), aunque se le veneraba mucho desde siglos
atrás.
La Virgen María es
para nosotros modelo de discipulado, ella nos enseña a anunciar al Señor Jesús y
ser fiel a su voluntad, a pesar de que muchas veces no entendemos sus
designios. Ella nos enseña a fiarnos y abandonarnos a nuestro Padre Dios,
sabiendo que Él jamás juega con nosotros, sino al contrario, Él quiere siempre nuestra
felicidad y nunca nuestra condena.
Por: Renzo Miguel Saldaña
Gonzales,
Seminarista de la
Prelatura de Caravelí
No hay comentarios:
Publicar un comentario