06-02-2014
En su homilía en Casa Santa Marta, el Papa Francisco explicó que es una gracia morir en el seno de la Iglesia porque es una madre que limpia los pecados.
Francisco
"Es un regalo de Dios y debemos pedirlo: ‘Señor, ¡hazme el regalo de morir en casa, en la Iglesia!’. Pecadores sí, ¡todos, todos lo somos! Pero traidores ¡no! Corruptos ¡no! ¡Siempre dentro! Y la Iglesia es tan madre que también nos quiere así, tantas veces sucios, pero la Iglesia nos limpia: ¡es madre!”.
El Papa añadió que cada cristiano debe preguntarse si ha sido capaz de dejar una buena herencia "hecha con el testimonio de una vida cristiana”.
Extracto de la Homilía del Papa
(Fuente: Radio Vaticana)
"¡Pecador si, traidor no! Y ésta es una gracia: permanecer hasta el final en el Pueblo de Dios. Tener la gracia de morir en el regazo de la Iglesia, en el regazo del Pueblo de Dios. Y éste es el primer punto que quisiera subrayar. Pedir también para nosotros la gracia de morir en casa. Morir en casa, en la Iglesia. ¡Ésta es una gracia! ¡Esto no se compra! Es un regalo de Dios y debemos pedirlo: ‘Señor, ¡hazme el regalo de morir en casa, en la Iglesia!’. Pecadores sí, ¡todos, todos lo somos! Pero traidores ¡no! Corruptos ¡no! ¡Siempre dentro! Y la Iglesia es tan madre que también nos quiere así, tantas veces sucios, pero la Iglesia nos limpia: ¡es madre!”.
"Santa Teresita del Niño Jesús decía que, en sus últimos tiempos, en su alma había una lucha y cuando ella pensaba al futuro, a aquello que le esperaba después de la muerte, en el cielo, sentía como una voz que decía: ‘Pero no, no seas tonta te espera la oscuridad. ¡Te espera sólo la oscuridad de la nada!’. Así dice. Es la voz del diablo, del demonio, que no quería que ella se confiase en Dios. ¡Morir en la esperanza y morir confiándose en Dios! Y pedir esta gracia. Pero confiarse en Dios comienza ahora, en las pequeñas cosas de la vida, también en los grandes problemas: confiarse siempre en el Señor y así uno adquiere esta costumbre de confiarse en el Señor y crece la esperanza. Morir en casa, morir en la esperanza”.
"Ésta es la herencia: nuestro testimonio de cristianos dejado a los demás. Y algunos de nosotros dejan una gran herencia: pensemos en los Santos que han vivido el Evangelio con tanta fuerza, que nos han dejado como herencia un camino de vida y un modo de vivir. Éstas son las tres cosas que me vienen al corazón con la lectura de este pasaje sobre la muerte de David: pedir la gracia de morir en casa, morir en la Iglesia; pedir la gracia de morir en la esperanza, con la esperanza; y pedir la gracia de dejar una bella herencia, una herencia humana, una herencia hecha con el testimonio de nuestra vida cristiana. ¡Que San David nos conceda a todos nosotros estas tres gracias!”.
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