2012-09-10 Radio Vaticana
(RV).- Impulsando la atención a los que sufren por la
violencia y a la juventud, Benedicto XVI acompaña con su oración la misión
pastoral de los Obispos de Colombia en medio de las dificultades -como los
efectos devastadores de una creciente secularización, que socava los valores de
las personas, matrimonio, familia y vida- y ante las esperanzas de la nueva
evangelización.
La Conferencia Episcopal de Colombia, por medio del
arzobispo de Medellín, Mons. Ricardo Tobón Restrepo, expresó su profunda
gratitud al Papa, que ayer en la cita para el Ángelus dominical, pronunció un
llamamiento, alentando la anunciada iniciativa internacional de diálogo y
reconciliación en la amada nación colombiana. Y este lunes, recibiendo a los
prelados colombianos, al final de su Visita ad limina, en el Palacio Apostólico
de Castel Gandolofo - el Santo Padre, renovando su aliento y cercanía,
agradeció la destacada y activa misión pastoral de la Iglesia que peregrina en
Colombia en favor de la paz, al servicio de los que sufren, afianzados en
Cristo:
Texto completo del discurso del Papa:
Queridos Hermanos en el Episcopado:
Con profundo gozo les doy la más cordial bienvenida a este
encuentro de comunión con el Obispo de Roma y Cabeza del Colegio Episcopal.
Agradezco las amables palabras de Monseñor Ricardo Tobón Restrepo, Arzobispo de
Medellín, con las cuales me ha hecho presente el afecto de los obispos,
presbíteros, diáconos, comunidades religiosas y fieles laicos colombianos, así
como las grandes líneas de la tarea pastoral que se está llevando a cabo en sus
Iglesias particulares, que peregrinan en medio de las persecuciones del mundo y
de los consuelos de Dios (cf. Lumen gentium, 8).
Su visita a los sepulcros de los príncipes de los
Apóstoles, como bien lo saben, constituye un momento importante para la vida de
las circunscripciones eclesiásticas de las que son pastores, porque consolida
los vínculos de fe y comunión que los unen al Sucesor de san Pedro y al entero
cuerpo eclesial. También para el Papa ésta es una ocasión de profundo
significado, ya que en ella se expresa su solicitud por todas las Iglesias. Que
su presencia en Roma sea, pues, una oportunidad para avivar la unidad efectiva
y afectiva con el Pastor de la Iglesia Universal y también entre ustedes
mismos, de modo que se intensifique en todos, y refuerce positivamente entre
los fieles, aquel ideal que identifica a la comunidad eclesial desde sus
inicios: «Tenía un solo corazón y una sola alma» (Hch 4,32).
La historia de Colombia está indeleblemente marcada por la
profunda fe católica de sus gentes, por su amor a la Eucaristía, su devoción a
la Virgen María y el testimonio de caridad de insignes pastores y laicos. El
anuncio del Evangelio ha fructificado entre ustedes con abundantes vocaciones
al sacerdocio y a la vida consagrada, en la disponibilidad mostrada para la
misión ad gentes, en el surgimiento de movimientos apostólicos, así como en la
vitalidad pastoral de las comunidades parroquiales. Junto a esto, ustedes
mismos han constatado también los efectos devastadores de una creciente
secularización, que incide con fuerza en los modos de vida y trastorna la escala
de valores de las personas, socavando los fundamentos mismos de la fe católica,
del matrimonio, de la familia y de la moral cristiana. A este respecto, la
infatigable defensa y promoción de la institución familiar sigue siendo una
prioridad pastoral para ustedes. Por ello, en medio de las dificultades, les
invito a no retroceder en sus esfuerzos y a seguir proclamando la verdad
integral de la familia, fundada en el matrimonio como Iglesia doméstica y
santuario de la vida (cf. Discurso en la clausura del V Encuentro Mundial de
las Familias, Valencia 8 julio 2006).
El Plan Global (2012 – 2020) de la Conferencia Episcopal
de Colombia traza como objetivo general «promover procesos de nueva
evangelización que formen discípulos misioneros, animen la comunión eclesial e
incidan en la sociedad desde los valores del Evangelio» (cf. n. 5.1). Acompaño
con mi oración este propósito, que ya tuve la oportunidad de comentar al
inaugurar la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe,
en Aparecida, pidiendo a Dios que, al llevarlo a cabo, los ministros de la
Iglesia no se cansen de identificarse con los sentimientos de Cristo, Buen
Pastor, saliendo al encuentro de todos con sus mismas entrañas de misericordia,
para ofrecerles la luz de su Palabra. Así, el dinamismo de renovación interior
llevará a sus compatriotas a revitalizar su amor al Señor, fuente de la que
podrán surgir caminos que infundan una firme esperanza para vivir de manera
responsable y gozosa la fe e irradiarla en cada ambiente (cf. Discurso
Inaugural, 2).
Con espíritu paterno, consagren lo mejor de su
ministerio a los presbíteros, diáconos y religiosos que están bajo su cuidado.
Denles la atención que necesita su vida espiritual, intelectual y material,
para que puedan vivir fiel y fecundamente su ministerio. Y si fuese necesaria,
no ahorren con ellos la oportuna, clarificante y caritativa corrección y
orientación. Pero, sobre todo, sean para ellos modelo de vida y entrega a la
misión recibida de Cristo. Y no dejen de privilegiar el cultivo de las
vocaciones y la formación inicial de los candidatos a las órdenes sagradas o a
la vida religiosa, ayudándoles a discernir la verdad de la llamada de Dios,
para que respondan a ella con generosidad y rectitud de intención. A este
respecto, será oportuno que, siguiendo las orientaciones del Magisterio,
propicien la revisión de los contenidos y métodos de su formación, con el deseo
de que ella responda a los desafíos de la hora presente y a las necesidades y
urgencias del Pueblo de Dios. Igualmente, es importante el fomento de una
acertada pastoral juvenil, por medio de la cual las nuevas generaciones
perciban con nitidez que Cristo las busca y desea ofrecerles su amistad (cf. Jn
15, 13-15). Él dio su vida para que tengan vida abundante, para que su corazón
no se deje arrastrar por la mediocridad o por propuestas que acaban dejando el
vacío y la tristeza tras de sí. Él desea ayudar a cuantos tienen el futuro por
delante a realizar sus más nobles aspiraciones, para que aporten una savia
fecunda a la sociedad, y así ésta avance por las sendas de la salvaguarda del
medio ambiente, del ordenado progreso y la real solidaridad.
A pesar de algunos signos esperanzadores, la violencia
continúa trayendo dolor, soledad, muerte e injusticia a muchos hermanos en
Colombia. Al mismo tiempo que reconozco y agradezco la misión pastoral que,
muchas veces en lugares llenos de dificultades y peligros, se está realizando
en favor de tantas personas que sufren inicuamente en su amada Nación, les
animo a seguir contribuyendo a la tutela de la vida humana y al cultivo de la
paz, inspirándose para ello en el ejemplo de nuestro Salvador y suplicando
humildemente su gracia. Siembren Evangelio y cosecharán reconciliación,
sabiendo que, donde llega Cristo, la concordia se abre camino, el odio cede
paso al perdón y la rivalidad se transforma en fraternidad.
Queridos hermanos en el Episcopado, al asegurarles una
vez más mi cercanía y benevolencia, los encomiendo a cada uno de ustedes a la
protección materna de María Santísima, en su advocación de Nuestra Señora del
Rosario de Chiquinquirá. Que ella interceda por los ministros ordenados, los
religiosos, las religiosas, los seminaristas, los catequistas y los fieles de
cada una de sus arquidiócesis y diócesis, acrecentando en todos el deseo de
amar y servir a su divino Hijo. A todos imparto de corazón una afectuosa
Bendición Apostólica, prenda de copiosos favores celestiales.
Castel Gandolfo, 10 septiembre de 2012
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