Lectura
del santo evangelio según san Lucas 15, 3-7
En aquel
tiempo, dijo Jesús a los fariseos y escribas esta parábola:
- «Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: ” ¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido.”
- «Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: ” ¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido.”
Os digo
que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se
convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.»
Reflexión
del Evangelio de hoy
«Buscaré
las ovejas perdidas, haré volver a las descarriadas»
En este
fragmento el profeta Ezequiel está relatando una serie de oráculos que le ha
iluminado el Señor, y en este caso está dirigido a los malos pastores de
Israel, denunciando lo mal que cuidan sus rebaños, que sólo se preocupan de su
propio egoísmo y, como consecuencia, el rebaño se encuentra disperso, perdido,
no consiguiendo alimentarse adecuadamente.
Ante esto
Dios, por medio de Ezequiel, les recrimina su actitud y les advierte que Él
mismo se hará cargo de su rebaño, que los conducirá a mejores pastizales para
que se alimenten y hacia fuentes tranquilas, donde podrán beber y reposar; que
buscará a las ovejas dispersas y las llevará a fértiles dehesas y allí las
apacentará; se afanará en buscar a la oveja perdida y buscará sin cesar a la
descarriada, que vendará sus heridas, curará a las enfermas y que, tanto unas
como otras, las sanas, las apacentará adecuadamente.
El Señor
se entrega a fondo para cuidar a todas las ovejas de su rebaño, sean buenas o
malas, sanas o enfermas, todas son merecedoras de su cariño.
Como nos
dice el salmo 22: “El Señor es mi pastor, nada me falta, en verdes praderas me
hace recostar, me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas”.
«Cristo,
siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros»
San Pablo
en su carta a los Romanos, nos refiere cuán grande es el amor que Dios nos
tiene que, no solo nos ha dado el Espíritu Santo, sino que permitió que Cristo,
su Hijo, se entregara a la muerte para la remisión de nuestros pecados,
consiguiendo reconciliarnos con el Padre y, por lo tanto, abriéndonos su
corazón para que encontremos refugio ante todos los males.
Jesús en
su inmenso amor, ha muerto por nosotros, nos ha entregado a su madre, nos envía
el Espíritu Consolador que no nos abandonará, y nos acoge en su inmenso
corazón, siempre dispuesto a amar y perdonar, como pastor entregado que cuida
de su rebaño hasta las últimas consecuencias, actuando como puente que nos
permite alcanzar la gloria prometida.
Ante
tanta prueba de cariño ¿vamos a hacer oídos sordos a su palabra?, ¿seríamos
capaces de renunciar a los cuidados que nos ofrece para poder superar nuestros
malos momentos? Abramos nuestro corazón y dejémonos conducir hacia fuentes
tranquilas, donde podamos recuperar nuestras fuerzas y seguir adelante.
«¡Felicitadme!
He encontrado la oveja que se me había perdido»
Lucas nos
refiere el episodio en que Jesús, dirigiéndose a los fariseos y letrados, les
predica la parábola del Buen Pastor.
Es aquel
que cuando se le pierde una oveja, deja a las restantes pastando y recorre
todos los vericuetos del campo hasta que la encuentra, y cuando la ha
encontrado, con cariño, la carga sobre sus hombros y la conduce a reunirse con
el resto del rebaño, y no le importa enfrentarse a cualquier dificultad, con
tal de encontrarla.
Muchos de
nosotros, ante cualquier problema, intentamos solucionarlo pero si nos cuesta,
pronto tiramos la toalla y nos damos por vencidos, no teniendo constancia ante
las adversidades, haciendo como el pastor irresponsable que, cuando la busca un
rato y no la encuentra, desiste y se justifica diciendo “peor para ella”, “ella
se lo pierde”, dejándose llevar por el desánimo y la inconstancia en su
búsqueda.
Cristo no
es así, Él no se deja llevar por el desánimo ante nuestro desinterés, insiste y
siempre intenta salirnos al encuentro, para que recapacitemos y nos
reconciliemos con Dios, por eso hay más alegría en el Cielo por un pecador que
se convierta que por muchos justos que ya no precisan convertirse, aunque, por
supuesto, Dios se alegra siempre de la perseverancia de los justos.
D. José Vicente Vila Castellar,
OP
Fraternidad Laical Dominicana Torrent (Valencia)
Fraternidad Laical Dominicana Torrent (Valencia)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/28-6-2019/
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