Lectura
del santo evangelio según san Juan 17, 1-11a
En aquel
tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: - «Padre, ha llegado la
hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique y, por el poder que
tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a los que le confiaste. Ésta
es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado,
Jesucristo. Yo te he glorificado sobre la tierra, he coronado la obra que me encomendaste.
Y ahora, Padre, glorifícame cerca de ti, con la gloria que yo tenía cerca de
ti, antes que el mundo
existiese. He manifestado tu nombre a los hombres que mediste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han
guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti,
porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han
recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú
me has enviado. Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por éstos que
tú me diste, y son tuyos. Sí, todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he
sido glorificado. Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo,
mientras yo voy a ti.»
Reflexión
del Evangelio de hoy
Nada me
importa mi vida
Nos
encontramos en este texto con lo que podríamos llamar el testamento espiritual
de San Pablo. En el libro de los Hechos, San Lucas recoge varios discursos de
San Pablo: uno dirigido a los judíos, otro dirigido a los gentiles, y éste último,
que dirige a los pastores de la Iglesia y que sirve a San Pablo de despedida,
pues sabe que se aproxima el fin de su carrera.
En este
momento solemne, San Pablo hace una confesión: lo he dado todo por anunciar el
Evangelio de Jesucristo.
Vemos
cómo surge en este testamento la altura del misionero que ha sido Pablo,
dedicado totalmente a servir al Señor, sin importarle lo que esto pudiera
significar para su vida.
Esto nos
hace preguntarnos a nosotros: ¿cómo es nuestro testimonio cristiano? ¿Somos humildes
en el servicio del Evangelio o nos predicamos a nosotros mismos? ¿Somos
valientes o nos dejamos condicionar por las dificultades? ¿Somos desinteresados
o guardamos nuestra vida por miedo a desgastarnos hasta el fin?
Hoy
tenemos un ejemplo vivo en San Pedro de Verona, un incansable predicador de la
Verdad, que culminó su carrera con el martirio. No le importó su vida más que
dar testimonio del Evangelio de la gracia de Dios, y lo corroboró con su
sangre, escribiendo con ella el comienzo de la confesión de la Fe: CREO.
Padre, ha
llegado la hora
Este
texto de hoy corresponde a la primera parte de la Oración sacerdotal. Como San
Pablo en la primera lectura, aquí Jesús es consciente de que su misión llega a
su fin, y en este momento solemne de oración eleva su mirada al Padre para orar
de la forma más íntima que nos muestra el Evangelio.
Jesús ha
gastado su vida tratando de que los hombres conozcan al Padre, porque ahí
reside la vida eterna. Y, ¿qué es la vida eterna? Jesús nos dice que la vida
eterna consiste en esto: conocer al Padre y a su Enviado, Jesucristo.
¿Conocemos
realmente al Padre? En la Biblia, el verbo “conocer” no se limita al
conocimiento de la mente, sino que implica un conocer desde la experiencia, es
el conocer que implica una relación de amistad profunda. ¿Tenemos nosotros
verdadera experiencia de Dios?
Conocer
al Padre es experimentar su amor sobre todas las cosas, no dudar de sus
designios, saber que cada acontecimiento de nuestra vida está dirigido por Él.
“Señor,
tú que no nos dejas solos en el camino, tú que nos sostienes cuando vamos a
caer, renueva con tu amor nuestra debilidad y haz que se cumpla en nosotros tu
voluntad, porque “conocerte a Ti es justicia perfecta, y reconocer tu poder
es la raíz de la inmortalidad”.
Monjas Dominicas Contemplativas
Monasterio Santa María de Gracia-Casa Federal, Córdoba
Monasterio Santa María de Gracia-Casa Federal, Córdoba
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
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