Lectura
del santo evangelio según san Juan 17, 20-26
En aquel
tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo: - «Padre santo, no
sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de
ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos
también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.
También les di a ellos la gloria que me diste, para que sean uno, como nosotros
somos uno; yo en ellos, y tú en mí,
para que sean completamente uno, de modo
que el mundo sepa que tú me has enviado y los has amado como me has amado a mí.
Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo donde yo estoy
y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la
fundación del mundo. Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he
conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les
daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté con ellos, como
también yo estoy con ellos.»
Reflexión
del Evangelio de hoy
A
nosotros, como a Pablo, lo que más debe importarnos es llevar adelante la
misión de la Iglesia: evangelizar. A veces hay que conjugar la inocencia y la
astucia. La misión es el tema que da unidad a toda la oración de despedida de
Jesús, y tiene un objetivo: «que sean uno como nosotros… tú, Padre, en mí y yo
en ti». «Para que el mundo crea» sigamos trabajando en la tarea inacabada de la
unidad.
Habilidad
para que el bien triunfe
En la
escena narrada por Lucas resulta muy poco verosímil históricamente que un
oficial romano provocara la reunión, presentara al presunto reo y asistiera al
proceso vigilando. Tampoco es congruente un Consejo dividido por disensiones
doctrinales graves, hábilmente provocadas por el mismo Pablo, o el hecho de que
él no conozca al Sumo Sacerdote.
Lucas no
pretende hacer un relato puramente histórico, quiere darnos su propia
interpretación de los hechos. No lo hace con afirmaciones abstractas, compone una
puesta en escena. Para él, Pablo ante el Consejo no está en calidad de acusado
sino de acusador. El Consejo no consigue juzgarle y más bien termina
desmoralizado. El partido de los fariseos lo declara inocente contra las
protestas de sus adversarios saduceos.
Cuando
Lucas escribe –muchos años después de los acontecimientos– el partido de los
saduceos, contrarios a la resurrección, ya había desaparecido. Y el de los
fariseos reorganizaba la comunidad judía tras la destrucción de Jerusalén el
año 70. Lucas se dirige a ellos, que creían en la resurrección pero no en la de
Jesús, y usa el testimonio de Pablo como un último puente tendido al pueblo
judío en las personas de sus representantes. Por boca de Pablo, les reprocha su
increencia a la vez que les tiende la mano. Entre judaísmo y cristianismo no
hay ruptura, hay continuidad y el lazo de unión es la resurrección de Jesús.
Queda
para nosotros la habilidad de Pablo para provocar una discusión entre saduceos
y fariseos y lograr que se olvidaran de él. También apelaría al César como
ciudadano romano, y el Señor le animó a dar testimonio en Roma como lo había
dado en Jerusalén. Y queda para la Iglesia una lección de cómo superar los
obstáculos a la evangelización, que es su misión fundamental. El mismo Jesús nos
pidió conjugar inocencia y astucia para conseguir que el bien triunfe.
Que sean
completamente uno
En la
parte que leemos hoy de la Oración Sacerdotal de Jesús ora por los futuros
creyentes, los que creerán mediante la misión y la palabra del grupo apostólico
que envía al mundo, con un objetivo: «para que todos sean uno».
La misión
es el tema de unidad profunda de toda la Oración Sacerdotal de Jesús. Su misión
histórica llega a su fin y se inicia la de la Iglesia abriéndose a la historia
y al futuro. Pero no está sola. El Padre la santifica y guarda; el Hijo la
reúne con su palabra y su presencia; el Espíritu la hace fuerte.
Jesús
ofrece el modelo: «como tú, Padre, en mí y yo en ti» y pide: «Para que sean uno
como nosotros». La unidad con Cristo y con el Padre es la que hace posible la
unidad entre los mismos creyentes. Su perfeccionamiento implica un aspecto
hacia dentro: que la Iglesia profundice en la fe, en el amor y en la santidad y
tienda a la unión en Jesucristo y, desde Él, con el Padre. E implica otro
aspecto hacia fuera, misionero: «de modo que el mundo sepa que tú me has
enviado y los has amado como me has amado a mí». En la comunidad, congregada en
unidad de amor, el mundo podrá reconocer la presencia del Hijo.
Pero la
unión entre los seguidores de Cristo es una tarea inacabada, tanto al interior
de la Iglesia católica como en sus relaciones con las otras iglesias
cristianas. La Pascua debería impulsarnos a progresar en la unidad y superar
diferencias centrándonos realmente en Cristo y su Espíritu, «para que el mundo
crea».
Fray José Antonio Fernández de
Quevedo
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/6-6-2019/
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