Hoy, el rostro de Jesús cambia y su vestido se vuelve blanco y resplandeciente, en presencia de Moisés y Elías, símbolo de la Ley y los Profetas.
A los tres discípulos que asisten a la escena les dominaba
el sueño. Sólo la lucha contra el sopor permite a Pedro, Santiago y Juan
"ver" la gloria de Jesús. Entonces el ritmo se acelera… Pedro habla
y, mientras está hablando, una nube lo cubre a él y a los otros: los ojos ya no
pueden ver, pero los oídos pueden oír la voz que sale de la nube: "Este es
mi Hijo, el elegido; escuchadlo".
—Los discípulos ya no están frente a un rostro
transfigurado, ni ante un vestido blanco, ni ante una nube que revela la
presencia divina. Ante sus ojos está "Jesús solo": es todo lo que se
les da a los discípulos y a la Iglesia de todos los tiempos; es lo que debe
bastar en el camino. Él es la única voz que se debe escuchar.
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net
(elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).
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