Día litúrgico: Martes II de Cuaresma
Texto del Evangelio (Mt 23,1-12): En aquel tiempo,
Jesús se dirigió a la gente y a sus discípulos y les dijo: «En la cátedra de
Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y observad todo
lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen. Atan
cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el
dedo quieren moverlas. Todas sus obras las hacen para ser vistos por los
hombres; se hacen bien anchas las filacterias y bien largas las orlas del
manto; quieren el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las
sinagogas, que se les salude en las plazas y que la gente les llame
"Rabbí".
»Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar
"Rabbí", porque uno solo es vuestro Maestro; y vosotros sois todos
hermanos. Ni llaméis a nadie "Padre" vuestro en la tierra, porque uno
solo es vuestro Padre: el del cielo. Ni tampoco os dejéis llamar
"Doctores", porque uno solo es vuestro Doctor: Cristo. El mayor entre
vosotros será vuestro servidor. Pues el que se ensalce, será humillado; y el que
se humille, será ensalzado».
Comentario: Pbro. Gerardo GÓMEZ (Merlo,
Buenos Aires, Argentina).
«Uno solo es vuestro Maestro; (...) uno solo es vuestro
Padre; (...) uno solo es vuestro Doctor»
Hoy, con mayor razón, debemos trabajar por nuestra
salvación personal y comunitaria, como dice san Pablo, con respeto y seriedad,
pues «ahora es el día de la salvación» (2Cor 6,2). El tiempo cuaresmal es una
oportunidad sagrada dada por nuestro Padre para que, en una actitud de profunda
conversión, revitalicemos nuestros valores personales, reconozcamos nuestros
errores y nos arrepintamos de nuestros pecados, de modo que nuestra vida se
vaya transformando —por la acción del Espíritu Santo— en una vida más plena y
madura.
Para adecuar nuestra conducta a la del Señor Jesús es fundamental
un gesto de humildad, como dice el Papa Benedicto: «Que [yo] me reconozca como
lo que soy, una creatura frágil, hecha de tierra, destinada a la tierra, pero
además hecha a imagen de Dios y destinada a Él».
En la época de Jesús había muchos "modelos" que
oraban y actuaban para ser vistos, para ser reverenciados: pura fantasía,
personajes de cartón, que no podían estimular el crecimiento y la madurez de
sus vecinos. Sus actitudes y conductas no mostraban el camino que conduce a
Dios: «No imitéis su conducta, porque dicen y no hacen» (Mt 23,3).
La sociedad actual también nos presenta una infinidad de
modelos de conducta que abocan a una existencia vertiginosa, alocada,
debilitando el sentido de trascendencia. No dejemos que esos falsos referentes
nos hagan perder de vista al verdadero maestro: «Uno solo es vuestro Maestro;
(…) uno solo es vuestro Padre; (…) uno solo es vuestro Doctor: Cristo» (Mt
23,8.9.10).
Aprovechemos la cuaresma para fortalecer nuestras
convicciones como discípulos de Jesucristo. Tratemos de tener momentos sagrados
de "desierto" donde nos reencontremos con nosotros mismos y con el
verdadero modelo y maestro. Y frente a las situaciones concretas en las que
muchas veces no sabemos cómo reaccionar podríamos preguntarnos: ¿qué diría
Jesús?, ¿cómo actuaría Jesús?
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