Hoy leemos, quizás, la más bella de las parábolas de
Jesús. Tiene tres protagonistas: los dos hermanos (el hijo "pródigo"
y el que se quedó en casa) y el padre bueno. Jesucristo, realmente, en aquel
momento se encontraba ante dos "hermanos": publicanos y pecadores,
por un lado; fariseos y letrados, por otro. Con sus palabras, Jesús justificaba
su bondad y su acogida para con los pecadores.
Más aún: Jesucristo identifica su bondad hacia los
pecadores con la bondad del padre de la parábola. Con su actitud, Jesús se
convierte en revelación viviente de quien Él llamaba su "Padre".
¿Cómo ha mostrado Dios su amor misericordioso por los pecadores? Haciendo morir
a Cristo por nosotros "cuando todavía éramos pecadores" (Rom 5,8).
Jesús no aparece explícitamente en el marco narrativo de su parábola porque
vive identificándose con el Padre celestial, recalcando la actitud del Padre en
la suya propia.
—Jesús, a través de la figura del Padre, te veo en el
centro de esta parábola como la realización concreta del obrar paterno.
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net
(elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).
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