Hoy consideremos nuestra propia vida reflejada en
Bartimeo: como él, fatigados y "sin vista", así estamos ante la Vida.
Sospechamos que esta vida terrenal no es, en realidad, la Vida. Y como él, nos
abrimos a Jesús, pidiéndole "ver", porque al hombre que está centrado
en sí mismo se le escapa la Vida eterna.
La vida del hombre, por culpa del pecado, está abocada a
un duro trabajo y a un sufrimiento intolerable, de modo que la inmortalidad
sería aquí más una carga que un bien… Hay momentos, sin embargo, en que, de
repente, percibimos "algo" de lo que debe ser la "Vida".
Por contraste, lo que cotidianamente llamamos "vida", en realidad, no
lo es.
—Deseamos la "Vida" misma, la verdadera, pero no
conocemos eso hacia lo que nos sentimos impulsados. No podemos dejar de tender
a ello, aunque sabemos que todo lo que podemos experimentar no es lo que
deseamos. Esta "realidad" desconocida es la verdadera esperanza que
nos empuja. La "Vida" eterna es esta "desconocida realidad
conocida".
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net
(elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).
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