Hoy consideramos la oración como combate de la fe y
victoria de la perseverancia. En "Génesis" (cap. 32), aquella
misteriosa lucha —"cuerpo a cuerpo", entre Jacob y Dios— anuncia algo
de lo que hoy contemplamos en la "hemorroísa" y en Jairo.
La oración requiere confianza, cercanía, un "cuerpo a
cuerpo" simbólico con Dios, tal como actúa la mujer que padecía el flujo
de sangre: "si logro tocar…". La "lucha" connota fuerza de
ánimo, perseverancia, tenacidad para alcanzar lo que se desea ante un Dios que
bendice, si bien permanece siempre misterioso, como inalcanzable. Si el objeto
del deseo es la relación con Dios, su bendición y su amor, entonces la lucha
culmina en el reconocimiento de la propia debilidad, que vence precisamente
cuando se abandona en las manos misericordiosas de Dios: "tu fe te ha
salvado".
—Cuando ya nadie me escucha, cuando ya no puedo invocar a
nadie, cuando el problema parece desbordar toda esperanza —tal era la situación
de Jairo— entonces Dios todavía me escucha y me ayuda.
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net
(elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).
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