Día litúrgico: Martes V del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mc 7,1-13): En aquel tiempo, se
reunieron junto a Jesús los fariseos, así como algunos escribas venidos de
Jerusalén. Y vieron que algunos de sus discípulos comían con manos impuras, es
decir no lavadas, -es que los fariseos y todos los judíos no comen sin haberse
lavado las manos hasta el codo, aferrados a la tradición de los antiguos, y al
volver de la plaza, si no se bañan, no comen; y hay otras muchas cosas que
observan por tradición, como la purificación de copas, jarros y bandejas-.
Por ello, los fariseos y los escribas le preguntan: «¿Por
qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino
que comen con manos impuras?». Él les dijo: «Bien profetizó Isaías de vosotros,
hipócritas, según está escrito: ‘Este pueblo me honra con los labios, pero su
corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que
son preceptos de hombres’. Dejando el precepto de Dios, os aferráis a la
tradición de los hombres». Les decía también: «¡Qué bien violáis el mandamiento
de Dios, para conservar vuestra tradición! Porque Moisés dijo: ‘Honra a tu
padre y a tu madre y: el que maldiga a su padre o a su madre, sea castigado con
la muerte’. Pero vosotros decís: ‘Si uno dice a su padre o a su madre: Lo que
de mí podrías recibir como ayuda lo declaro "Korbán" -es decir:
ofrenda-’, ya no le dejáis hacer nada por su padre y por su madre, anulando así
la Palabra de Dios por vuestra tradición que os habéis transmitido; y hacéis
muchas cosas semejantes a éstas».
Comentario: Rev. D. Iñaki BALLBÉ i Turu
(Rubí, Barcelona, España).
¿Por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición
de los antepasados?
Hoy contemplamos cómo algunas tradiciones tardías de los
maestros de la Ley habían manipulado el sentido puro del cuarto mandamiento de
la Ley de Dios. Aquellos escribas enseñaban que los hijos que ofrecían dinero y
bienes para el Templo hacían lo mejor. Según esta enseñanza, sucedía que los
padres ya no podían pedir ni disponer de estos bienes. Los hijos formados en
esta conciencia errónea creían haber cumplido así el cuarto mandamiento,
incluso haberlo cumplido de la mejor manera. Pero, de hecho, se trataba de un
engaño.
«¡Qué bien violáis el mandamiento de Dios, para conservar
vuestra tradición!» (Mc 7,9): Jesucristo es el intérprete auténtico de la Ley;
por eso explica el justo sentido del cuarto mandamiento, deshaciendo el
lamentable error del fanatismo judío.
«Moisés dijo: ‘Honra a tu padre y a tu madre’» (Mc 7,10):
el cuarto mandamiento recuerda a los hijos las responsabilidades que tienen con
los padres. Tanto como puedan, les han de prestar ayuda material y moral
durante los años de la vejez y durante las épocas de enfermedad, soledad o
angustia. Jesús recuerda este deber de gratitud.
El respeto hacia los padres (piedad filial) está hecho de
la gratitud que les debemos por el don de la vida y por los trabajos que han
realizado con esfuerzo en sus hijos, para que éstos pudieran crecer en edad,
sabiduría y gracia. «Honra a tu padre con todo el corazón, y no te olvides de
los dolores de tu madre. Recuerda que por ellos has nacido. ¿Qué les darás a
cambio de lo que han hecho por ti?» (Sir 7,27-28).
El Señor glorifica al padre en sus hijos, y en ellos
confirma el derecho de la madre. Quien honra al padre expía los pecados; quien
glorifica a la madre es como quien reúne un tesoro (cf. Sir 3,2-6). Todos estos
y otros consejos son una luz clara para nuestra vida en relación con nuestros
padres. Pidamos al Señor la gracia para que no nos falte nunca el verdadero
amor que debemos a los padres y sepamos, con el ejemplo, transmitir al prójimo
esta dulce “obligación”.
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