Hoy, el evangelista narra una curación muy singular. Según
la antigua Ley judía, la lepra no sólo era considerada una enfermedad, sino la
más grave forma de "impureza" ritual. Correspondía a los sacerdotes
diagnosticarla y declarar impuro al enfermo, el cual debía ser alejado de la
comunidad. Por eso, la lepra era como una muerte religiosa y civil, y su
curación una suerte de resurrección.
En la lepra se puede vislumbrar un símbolo del pecado, que
es la verdadera impureza del corazón, capaz de alejarnos de Dios, que, si no se
confiesa humildemente, confiando en la misericordia divina, llega incluso a
producir la muerte del alma. Jesús en su pasión llegó a ser como un
"leproso", hecho impuro por nuestros pecados, para obtenernos el
perdón y la salvación.
—En el sacramento de la Penitencia, Cristo crucificado y
resucitado, mediante sus ministros, nos purifica con su misericordia infinita,
nos restituye la comunión con el Padre celestial y con los hermanos, y nos da
su amor, su alegría y su paz.
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net
(elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).
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