16-02-2012 Radio Vaticana
(RV).- Benedicto XVI ha recibido esta mañana a los participantes en el Simposio de obispos europeos y africanos que se ha celebrado en Roma esta semana, y en el que los prelados han reflexionado sobre los problemas de la Iglesia en los dos continentes. El Papa subrayó en su discurso los desafíos a los que se enfrenta actualmente la Iglesia.
“En primer lugar pienso a la indiferencia religiosa que lleva a muchas personas a vivir como si Dios no existiese o a conformarse con una vaga religiosidad, incapaz de afrontar la verdad y el deber de la coherencia. Hoy sobre todo, en Europa, pero también en algunas partes de África, se siente el peso del ambiente secularizado y a menudo hostil a la fe cristiana. Otro reto para el anuncio del Evangelio es el hedonismo, que ha contribuido a la penetración de la crisis de valores en la vida cotidiana, en la estructura de la familia y en la forma misma de interpretar el sentido de la existencia. También es un síntoma de una situación de grave malestar social la invasión de fenómenos como la pornografía y la prostitución”.
El Santo Padre se refirió también a la familia como centro de las atenciones de los pastores. Familia como iglesia doméstica y la garantía mayor de renovación de la sociedad y donde se encuentra el terreno más adapto para el florecimiento de las vocaciones. En este contexto el Papa ha advertido contra la actual mentalidad consumista que “puede repercutir negativamente sobre el florecimiento y la atención de las vocaciones”. Benedicto XVI se refirió también a la familia como centro formativo de la juventud.
“Europa y África necesitan jóvenes generosos que sepan hacerse cargo responsablemente de su futuro, y todas las instituciones tienen que tener bien presente que en estos jóvenes reside el porvenir y que es importante hacer todo los posible para que su camino no esté marcado por la incertidumbre y la oscuridad”.
Siempre en el contexto de la juventud el Papa se refirió también a la importancia de la formación de las nuevas generaciones porque “la cultura alimentada por la fe conduce a la verdadera humanización, mientras que las falsas culturas terminan por arrastrar a la deshumanización: en Europa y en África –dijo Benedicto XVI– hemos tenido tristes ejemplos”.
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