Día litúrgico: 26 de Enero: Santos Timoteo y Tito, obispos.
Texto del Evangelio (Lc 10,1-9): En aquel tiempo, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir. Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino.
»En la casa en que entréis, decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros. Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad los enfermos que haya en ella, y decidles: ‘El Reino de Dios está cerca de vosotros’».
Comentario: Rev. D. J. Carlos ALAMEDA Vega (San Cristóbal de La Laguna, España).
«El Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de sí»
Hoy celebramos la memoria de los santos Timoteo y Tito, obispos. Destacan sencillamente por decir "sí" al Señor. ¡Qué alegría hemos de sentir cuando vemos la generosidad en la entrega de estos discípulos de san Pablo!: tienen dificultades en su predicación, se mantienen fieles, son capaces de sobreponerse y dan testimonio.
«Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias» (Lc 10,2-4). He aquí dos claves que seguro vivieron estos santos: la oración (pedir al Señor para que muchos quieran seguir siendo sus discípulos); y el desprendimiento para poder seguirle (¿qué nos dificulta para ser portadores de la buena noticia?).
Hoy también somos llamados por el Señor a dar testimonio; Él nos convoca a ser sus "colaboradores". «San Pablo se sirvió de colaboradores para el cumplimiento de sus misiones (…). Es evidente que no lo hacía él solo, sino que se apoyaba en personas de confianza que compartían sus esfuerzos y sus responsabilidades» (Benedicto XVI). Los santos Timoteo y Tito fueron capaces de llevar el Evangelio a distintos lugares del Asia Menor, confirmaron en la fe a muchas comunidades cristianas que necesitaban de su apoyo para seguir adelante.
«En la casa en que entréis, decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros» (Lc 10,5-6). Fruto del anuncio del Evangelio es la paz. Allí donde iban estos santos llevaban la paz del Señor: hermoso sería que nosotros -en el lugar donde estamos- lleváramos a todos la auténtica paz de Jesús, al participar en la Eucaristía y disfrutar de su enseñanza. Para ello, nos recomienda san Agustín: «Si quieres ser mediador pacífico entre dos amigos tuyos enfrentados, comienza siendo tú pacífico contigo mismo; en tu intimidad, donde tal vez vives en cotidiana guerra contigo mismo; debes aplacarte a ti antes».
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