Hoy, el Maestro nos previene ante la hipocresía y doblez
de los escribas y fariseos. Éstos últimos —un grupo religioso contemporáneo de
Jesucristo— son el "blanco" de dicha denuncia. En una ocasión Jesús
los tildó como "sepulcros blanqueados". Y es que resulta propio de la
tentación adoptar una apariencia moral: no nos invita directamente a hacer el
mal, eso sería muy burdo.
La tentación finge mostrarnos lo mejor: abandonar, por
fin, lo ilusorio y emplear eficazmente nuestras fuerzas en mejorar el mundo. Además,
se presenta con la pretensión del verdadero realismo: lo real es lo que se
constata (menospreciando la fe). Y, en efecto, un vicio del llamado
"fariseísmo" consistía en radicar el bien en el cumplimiento formal
(sin corazón) de unos preceptos, que no eran tanto de Dios como de una
retorcida casuística humana. Ahí aparece claro el núcleo de toda tentación:
poner orden en nuestro mundo por nosotros solos, sin Dios, contando únicamente
con nuestras propias capacidades.
—Jesús, quiero hacer tu voluntad; sólo me importa tu
juicio.
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net
(elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).
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