Día
litúrgico: Martes III de Cuaresma
Texto
del Evangelio (Mt 18,21-35): En aquel tiempo, Pedro se acercó entonces
y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi
hermano? ¿Hasta siete veces?». Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces,
sino hasta setenta veces siete.
»Por eso el Reino de los Cielos es
semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al empezar a
ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos. Como no tenía
con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y
todo cuanto tenía, y que se le pagase. Entonces el siervo se echó a sus pies, y
postrado le decía: ‘Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré’. Movido a
compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda.
»Al salir de allí aquel siervo se encontró
con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole,
le decía: ‘Paga lo que debes’. Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba:
‘Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré’. Pero él no quiso, sino que fue y le
echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía. Al ver sus compañeros lo
ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo
sucedido. Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: ‘Siervo malvado, yo te
perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también
compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?’. Y
encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que
le debía. Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de
corazón cada uno a vuestro hermano».
Comentario: Rev. D. Enric
PRAT i Jordana (Sort, Lleida, España).
Movido a compasión (...) le perdonó la
deuda
Hoy, el Evangelio de Mateo nos invita a
una reflexión sobre el misterio del perdón, proponiendo un paralelismo entre el
estilo de Dios y el nuestro a la hora de perdonar.
El hombre se atreve a medir y a llevar la
cuenta de su magnanimidad perdonadora: «Señor, ¿cuántas veces tengo que
perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?» (Mt 18,21). A
Pedro le parece que siete veces ya es mucho o que es, quizá, el máximo que
podemos soportar. Bien mirado, Pedro resulta todavía espléndido, si lo comparamos
con el hombre de la parábola que, cuando encontró a un compañero suyo que le
debía cien denarios, «le agarró y, ahogándole, le decía: ‘Paga lo que debes’»
(Mt 18,28), negándose a escuchar su súplica y la promesa de pago.
Echadas las cuentas, el hombre, o se
niega a perdonar, o mide estrictamente a la baja su perdón. Verdaderamente,
nadie diría que venimos de recibir de parte de Dios un perdón infinitamente
reiterado y sin límites. La parábola dice: «Movido a compasión el señor de
aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda» (Mt 18,27). Y eso que
la deuda era muy grande.
Pero la parábola que comentamos pone el
acento en el estilo de Dios a la hora de otorgar el perdón. Después de llamar
al orden a su deudor moroso y de haberle hecho ver la gravedad de la situación,
se dejó enternecer repentinamente por su petición compungida y humilde:
«Postrado le decía: ‘Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré’. Movido a
compasión...» (Mt 18,26-27). Este episodio pone en pantalla aquello que cada
uno de nosotros conoce por propia experiencia y con profundo agradecimiento:
que Dios perdona sin límites al arrepentido y convertido. El final negativo y
triste de la parábola, con todo, hace honor a la justicia y pone de manifiesto
la veracidad de aquella otra sentencia de Jesús en Lc 6,38: «Con la medida con
que midáis se os medirá».
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