Hoy, Jesús exaltado en la Cruz aparece como salvación para
todos los que le miren con fe. Para entrar en comunión con Dios, el hombre ha
de ser "puro". Pero, cuanto más se adentra en la luz, tanto más se
siente necesitado de purificación. Por eso las religiones han creado sistemas
de "purificación".
Sin embargo, Jesús ha dado un cambio radical al concepto
de pureza ante Dios: no son las prácticas rituales lo que purifica. La pureza y
la impureza tienen lugar en el corazón del hombre, y la fe es lo que purifica
el corazón (cf. Hch 15,5-11). Dicha fe se debe a que Dios sale al encuentro del
hombre (no es simplemente una decisión autónoma de los hombres).
—El lavatorio que nos purifica es el amor de Jesús que
llega hasta la muerte. En la gran aspiración de la humanidad a la pureza, el
Evangelio de Juan —Jesús mismo— nos indica el rumbo: Él, que es Dios y Hombre
al mismo tiempo, nos hace capaces de Dios.
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net
(elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).
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