Lectura
del santo evangelio según san Mateo 22,34-40
En aquel
tiempo, los fariseos, al oír que Jesús habla hecho callar a los saduceos,
formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para
ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?»
Él le dijo: «"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser." Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.»
Él le dijo: «"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser." Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.»
Reflexión
del Evangelio de hoy
«Donde tú
vayas yo iré, ... tu Dios es mi Dios»
En esta
festividad de santa Rosa de Lima, mujer admirable por su grandeza de corazón,
su clarividencia en el amor a Dios y al prójimo, y su valor en escoger el
camino del servicio y la atención a los más necesitados, la liturgia nos
presenta esta otra figura bíblica de la tradición sapiencial, Rut. Empieza la
historia con Noemí y su marido Elimelek, habitantes de Belén, que huyen por la
hambruna a los campos de Moab. Allí sus hijos se casan con dos mujeres
moabitas, Orfá y Rut. Elimelek y sus hijos mueren. Pasada el hambre en Judá,
Noemí pretende regresar a su ciudad Belén, animando a sus nueras a regresar al
seno de sus familias. Pero Rut insiste en acompañar a Noemí y cuidar de ella lo
que sea necesario. Esta devoción se celebra en Belén y Rut es acogida como
heroína moabita, fervorosa adepta de Yahvé, que posteriormente se convertirá en
antepasada de David, al engendrar un varón, Obed, de la estirpe de Elimelek,
futuro padre de Jesé, abuelo de David. Esta es la historia de Rut. Y las
palabras de esta lectura se nos clavan en el alma: “No insistas en que te deje
y me vuelva. Donde tú vayas, yo iré; donde tú vivas, yo viviré; tu pueblo es el
mío, tu Dios es mi Dios”. Es una postura incondicional, de entrega absoluta y
generosa disponibilidad de servicio. Es un mensaje tan radical que nos recuerda
la enseñanza permanente de Jesús: “Sígueme”. Todo lo que Jesús nos exige
es esa disposición incondicional que Rut tiene hacia Noemí y hacia su Dios.
Tener claro, vivo y exultante esa convicción. Como decía también Sta. Rosa del
rosario “propagarlo con la palabra y tenerlo grabado en el corazón”. Cuando se
tiene esa convicción del Dios fiel que cuida de mí, cuando se vive
profundamente esa dimensión de “abandono” misericordioso, uno vive solo por y
para las cosas del Padre.
«Amarás
al Señor tu Dios con todo tu ser»
Es lo que
nos dice Jesús en el evangelio de Mateo cuando los fariseos le preguntan cuál
es el mandamiento principal de la Ley. Amar a Dios, al Dios que Jesús no
revela, que es Padre misericordioso, fiel y justo. Y Jesús nos enseña cómo
identificar ese amor a Dios. Equipara el primer con el segundo mandamiento de
la Ley. Amar a Dios es amar al prójimo. Amar a Dios es procurar que se cumpla
lo que Dios quiere para sus criaturas: que mantiene su fidelidad perpetuamente,
que hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos, libera a los
cautivos, abre los ojos al ciego, endereza los que ya se doblan... ama a los
justos. Amo a Dios no cuando pienso que me vuelve loco, que le invoco
continuamente con jaculatorias, o que estoy reconcomido en mí mismo, sino
cuando tengo presente su presencia en el prójimo, especialmente en los más
desamparados, sufrientes o desvalidos. El respeto, la estima y la bondad que
derrochamos con los demás, esa es la medida del amor que le tenemos a Dios. Y
esa dimensión generosa de nuestra existencia ha de ser incondicional, sin
limitaciones ni fronteras, encontrando permanentemente en los demás el rostro
amigable de Dios, su ser paternal. Quien acoge, escucha y abraza a un ser
humano, a quien acoge, escucha y abraza es al mismo Dios. Esta es la
centralidad de nuestra fe y nuestra identidad diferenciadora. Amamos a nuestros
enemigos, respetamos y acogemos al diferente, nos volcamos en el bienestar de
nuestros hermanos, porque en todos ellos encontramos al Señor. Es Dios mismo
con quien nos relacionamos y a quien predicamos con nuestro comportamiento.
Preguntas:
- ¿Tenemos esa mirada contemplativa de la creación y presencia de Dios que nos obliga a procurar el bien de nuestros semejantes?
- Invocar el nombre de Dios es procurar su Reino de misericordia y hacerlo presente en este mundo.
D. Oscar Salazar, O.P.
Fraternidad de Laicos Dominicos de San Martín de Porres (Madrid)
Fraternidad de Laicos Dominicos de San Martín de Porres (Madrid)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/23-8-2019/
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