Lectura
del santo evangelio según san Mateo 23,27-32
En aquel
tiempo, habló Jesús diciendo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas,
que os parecéis a los sepulcros encalados! Por fuera tienen buena apariencia,
pero por dentro están llenos de huesos y podredumbre; lo mismo vosotros:
por
fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y
crímenes. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que edificáis sepulcros
a los profetas y ornamentáis los mausoleos de los justos, diciendo: "Si
hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, no habríamos sido cómplices
suyos en el asesinato de los profetas"! Con esto atestiguáis en contra
vuestra, que sois hijos de los que asesinaron a los profetas. ¡Colmad también
vosotros la medida de vuestros padres!»
Reflexión
del Evangelio de hoy
“Como un
padre con sus hijos”
La
primera lectura de hoy es de la primera carta a los Tesalonicenses, cuyo valor
radica, entre otras cosas, en ser el primer escrito del Nuevo Testamento, año
51. Pablo llega a Tesalónica en su segundo viaje misionero (Hch 17,1-10), y tras
su predicación en la sinagoga durante tres sábados, “algunos de los judíos
junto a una gran multitud de los que adoraban a Dios, y de griegos y no pocas
mujeres principales” se convierten y abrazan la fe uniéndose a Pablo
(Hch 17,4).
Pero
también habrá otro grupo de judíos con los que Pablo tendrá un fuerte
enfrentamiento y lo acusaran ante las autoridades públicas, por lo que tendrá
que marcharse de la ciudad por la noche. Como ocurre normalmente, tras un
tiempo, Pablo les escribirá para hacer un seguimiento de la vida de la
comunidad y salir al paso de posibles desviaciones en la ortodoxia o en la
auténtica praxis eclesial.
El texto
de hoy es una especie de comentario autobiográfico sobre su estancia en
Tesalónica. Pablo nos presenta un estilo de predicador, en cuya tarea hay
entrega generosa y cariño de padre. Su estilo ha dado fruto y los
tesalonicenses han acogido la palabra predicada no como palabra humana, sino
como lo que es en verdad, Palabra de Dios. Por lo que la Palabra está actuando
en ellos, moviendo sus corazones e interpelándolos para que se traduzca en
hechos concretos en su día a día.
Al escuchar
esta Palabra hoy podemos interrogarnos desde la perspectiva del predicador o
desde la perspectiva del escuchante de la Palabra. ¿Nuestra predicación la
hacemos desde la entrega generosa? ¿Nuestra escucha de la Palabra nos lleva
a cogerla y dejar que se encarne en nuestro día a día? Como dice la
canción: “Deja que la Palabra se encarne en ti, deja que te empape y te
trasforme”.
¡Hipócritas!
En el
evangelio de hoy nos choca oír palabras tan duras de Jesús como las dirigidas a
los escribas o estudiosos de la Ley; y a los fariseos o cumplidores de la Ley;
con los que aparentemente el profeta de Nazaret tendría que tener más bien
convergencia y cordialidad, dados el proyecto de ambos grupos con el del mismo
Jesús. Es más a lo largo de su vida, Jesus se encontró con escribas y
fariseos inquietos buscadores del Reino de Dios, como el escriba que se
acerca a él preguntándole por el mandamiento principal y del que Jesús dice que
“no está lejos del reino de Dios”(Mc 12,34); el fariseo Nicodemo (Jn 3,1) que
lo busca para responder a las preguntas esenciales de la vida, que lo defenderá
ante el sanedrín (Jn 7,50-51); o el mismo autor del evangelio de Mateo, un
escriba que se ha hecho discípulo del Reino” (Mt 13,52).
Entonces,
¿a qué viene la confrontación de Jesús con estos grupos expresada con esas
palabras tan duras? Como en otras ocasiones, el autor del Evangelio
retrotrae al tiempo de Jesús el conflicto que en el año 80, cuando se
escribe el evangelio, está viviendo la comunidad judeocristiana de Mateo con
la nueva reagrupación de escribas y fariseos en el recién nacido rabinismo
en el 70d.C. a causa de quien es el verdadero interprete de la Ley de Moisés.
Mientras los rabinos de Jamnia se consideraran los auténticos intérpretes de la
Ley, la comunidad mateana identificaran a Jesús como el verdadero Maestro de la
Ley.
Jesus
pronuncia siete ¡ayes!, genero profético que, al contrario de las
Bienaventuranzas, declara que una persona por su conducta, anda por el camino
de la perdición. El texto del evangelio de hoy recoge las dos últimas. En
la sexta presenta a los escribas y fariseos como icono de la hipocresía más
absoluta, ya que al igual que los sepulcros son blancos por fuera, están
llenos de muertos y podredumbre por dentro; el exterior no se corresponde al
interior (23,27-28). En cuanto a la séptima y última, señala a los escribas y
fariseos como homicidas (23,29-32), en cuanto culminan la obra de sus padres,
asesinos de los profetas, y por tanto de los voceros de Dios.
Lo que se
condena en el discurso no es el fariseísmo, es decir, el celo por cumplir la ley, ni a los
escribas estudiosos del Ley, sino las deformaciones en las que han caído y
que amenazan a toda persona humana, entre las que destaca como una sacudida
la palabra ¡hipócritas!. La Palabra de hoy nos interpela: ¿Acaso los
cristianos no hemos caído en más de una deformación fosilizando determinadas
prácticas o ritualismos del pasado? Aunque suene fuerte, ¿podemos oír hoy
la palabra hipócrita dirigida a nosotros porque no armonizamos de forma
coherente nuestra palabra, nuestra mente y nuestra conducta?
Hoy
celebramos la fiesta de un gran buscador de Dios que tras recorrer numerosos
caminos en la vida, se dejó seducir por el Señor de la Vida. En sus Confesiones
San agustín expresaba: “Tú estabas dentro de mí, más interior que lo más íntimo
de mí mismo” (VI,11), palabras muy parecidas a las del salmo de hoy: “Señor tú
me sondeas y me conoces, me conoces cuando me siento o me levanto…todas mis
sendas te son familiares”. Sabernos hijos de “este” Dios da gusto.
Hna. Mariela Martínez Higueras
O.P.
Congregación de Santo Domingo
Congregación de Santo Domingo
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/28-8-2019/
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