Lectura
del santo evangelio según san Mateo 19,16-22
En aquel tiempo, se acercó uno a
Jesús y le preguntó: «Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para obtener la
vida eterna?»
Jesús le contestó: «¿Por qué me preguntas qué es bueno? Uno solo es Bueno. Mira, si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.»
Él le preguntó: «¿Cuáles?»
Jesús le contestó: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y ama a tu prójimo como a ti mismo.»
Jesús le contestó: «¿Por qué me preguntas qué es bueno? Uno solo es Bueno. Mira, si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.»
Él le preguntó: «¿Cuáles?»
Jesús le contestó: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y ama a tu prójimo como a ti mismo.»
El muchacho le dijo: «Todo eso lo he cumplido. ¿Qué me falta?»
Jesús le contestó: «Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes, da el dinero a los pobres –así tendrás un tesoro en el cielo– y luego vente conmigo.»
Al oír esto, el joven se fue triste, porque era rico.
Reflexión
del Evangelio de hoy
Estamos
escuchando la historia de Israel contenida en el libro de los Jueces, una
historia de encuentros y desencuentros. Un paradigma de la historia de la
humanidad y la historia personal. Dios saliendo al encuentro de su pueblo
cuando gime en su dolor. Este mismo pueblo, consolado una y otra vez, no por
ello deja de retornar a la causa de sus aflicciones: el culto a los dioses
cananeos. La experiencia en Egipto, fijada en el recuerdo –memoria colectiva-
va del clamor por los sufrimientos a la pobre seguridad de unas ollas de
verduras. Se repite constantemente en la etapa del desierto. Lo volvemos a
encontrar en los primeros años en tierra de Canaán y dejará su secuela en la
vida de este pueblo de dura cerviz.
El
problema no es el diálogo intercultural sino abandonar al Dios de sus padres
que los había sacado de Egipto y que providentemente había cuidado de él. Este
permanecer junto al Dios de la Alianza no conlleva encerrarse en sí mismos,
romper toda comunicación con el entorno cultural en el que se encuentran, sino
releer la propia historia en clave de fe y reflejar en ella la experiencia
iluminadora que proviene del Dios que salva siempre y obra con misericordia
entrañable.
“Le daba
lástima oírlos gemir bajo la tiranía de sus opresores...”
Por tres
veces se hace referencia a sus padres. La primera para destacar: “desviándose
muy pronto de la senda por donde habían caminado sus padres, obedientes al
Señor...”Abraham, Isaac y Jacob están detrás de esta alusión. Ellos caminaron
en la obediencia de la fe y en todo momento se conformaron con la voluntad de
Dios. Serán siempre el referente. La segunda y tercera hacen referencia a la
obstinada rebeldía de Israel que a pesar de ser objeto de la misericordia de
Dios, una y otra vez retorna a otros dioses. Cuando la calamidad cae sobre
ellos vuelven a reconocer el error y brota el clamor. Una y otra vez la
compasión de Dios se derrama sobre Israel.
Irse tras
otros dioses equivale a un amor distorsionado y las consecuencias inevitables
son: la frustración, el desencuentro y la ruptura de la comunión. En ello se
debate Israel y nos debatimos nosotros. La oración colecta de la dominica
vigésima traspasa toda la semana y de alguna manera recoge lo que debemos
retener y discernir al escuchar la palabra proclamada. Dios ha preparado bienes
inefables para los que le aman. Pedimos que infunda su amor en nosotros para
que, amándole en todo y sobre todo, podamos participar en sus promesas que
superan todo deseo.
Identificados
con esta experiencia del pueblo de la antigua alianza, hacemos nuestra la
súplica que hemos repetido: “Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo.”
Dios siempre tiene presente su amor en favor de toda la humanidad. Jesucristo
es la prueba de este amor eterno en favor de su pueblo, los pueblos de toda la
tierra. Su amor infundido en cada corazón precisa ser reconocido y deberá
motivar las respuestas concretas que identificadas con la actuación liberadora
de Dios, lleve a cada ser humano a serlo más y a expresar que su deseo se
colmado por la identificación con el proyecto de Dios.
“Maestro,
¿qué tengo que hacer de bueno para obtener la vida eterna?”
Corre uno
a formular esta pregunta a Jesús: ¿Qué tengo que hacer de bueno…? Necesitamos
aprender a formular nuestras prioridades. Jesús se lo muestra al que pregunta.
Estamos atosigados por el afán de hacer las cosas bien y posiblemente
precisemos clarificar lo que es esencial entre lo importante. Hay muchas cosas
importantes pero una sola es esencial. Uno solo es Bueno. Empeñados en
hacer las cosas bien constatamos que persistiendo la buena voluntad percibimos
que no acertamos en procurar el bien. Buscamos tantas cosas que olvidamos, a
veces, a Dios como la prioridad de nuestras búsquedas. Es importante tenerlo
claro. Buscando a Dios y dejándonos encontrar por El, pasaremos a ser
“imitadores de Dios como hijos queridos” que dice San Pablo. El referente lo
tenemos en Jesús: “Yo no hago sino lo que veo hacer a mi Padre”. Comunica todo
lo que ha oído a su Padre. Esto es lo que le propone como esencial. Dicho de
otra manera: “Buscad el Reino de Dios y su Justicia y lo demás se os dará por
añadidura.”
Se trata
de ajustarse al amor de Dios y ello se realiza “cumpliendo los mandamientos.”
Pregunta de nuevo ¿cuáles? «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no
darás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y ama a tu prójimo como
a ti mismo.» recibe como respuesta. Una línea de conducta que se deriva de
haber asumido lo establecido por Dios que facilita el respeto a la vida, a la
dignidad de las personas, a sus derechos, a los bienes de la humanidad.
Situarse en el amor, como clave de interpretación de la existencia,
propia y ajena.
Todo eso
lo ha cumplido. ¿Qué me falta? Preguntará. Le sabe a poco y desea más. «Si
quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes, da el dinero a los pobres
–así tendrás un tesoro en el cielo– y luego vente conmigo.» propone Jesús. Es
lo definitivo. A quien aspira a la perfección se le hace ver que no hay nada
mayor que el seguimiento de Jesucristo. Se trata de identificarse con él y en
él. No le satisfizo la propuesta. El problema: sus bienes.
Y el
nuestro ¿cuál es?
Fr. Antonio Bueno Espinar O.P.
Convento de Santa Cruz la Real (Granada)
Convento de Santa Cruz la Real (Granada)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/19-8-2019/
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