Lectura del santo evangelio según san Mateo 17,22-27
En aquel tiempo,
mientras Jesús y los discípulos recorrían juntos Galilea, les dijo Jesús: «Al
Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres, lo matarán, pero
resucitará al tercer día.» Ellos se pusieron muy tristes.
Cuando llegaron a Cafarnaún, los que cobraban el impuesto de las dos dracmas se acercaron a Pedro y le preguntaron: «¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas?»
Contestó: «Sí.»
Cuando llegó a casa, Jesús se adelantó a preguntarle: «¿Qué te parece, Simón?
Los reyes del mundo, ¿a quién le cobran impuestos y tasas, a sus hijos o a los
extraños?»Cuando llegaron a Cafarnaún, los que cobraban el impuesto de las dos dracmas se acercaron a Pedro y le preguntaron: «¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas?»
Contestó: «Sí.»
Contestó: «A los extraños.»
Jesús le dijo: «Entonces, los hijos están exentos. Sin embargo, para no escandalizarlos, ve al lago, echa el anzuelo, coge el primer pez que pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda de plata. Cógela y págales por mí y por ti.»
Reflexión del Evangelio de hoy
Amaréis
al forastero porque forasteros fuisteis en Egipto
El
texto de esta lectura está rebosante de contenidos de interés. El comienzo es
resumen de lo luego se desarrolla: “Israel, ¿qué es lo que te exige Dios?
La respuesta es que le temas, sigas sus caminos y le ames. Cabe preguntarse
cómo es temer a alguien y amarle. Se trata del temor filial, del temor que
siente el hijo ante el padre, a quien quiere, por quien se quiere querido y
cuyo amor teme que pudiera cesar. Seguir sus caminos, en la antigua ley, es
ajustarse a la ley, que Dios otorgó a Moisés; pero con aplicaciones concretas
que no están explícitas en ella, como la de amar también al forastero. Jesús
personificaría los caminos de Dios, “Yo soy el camino”. No puede pasar
desapercibido que el texto apunta que cumplir los preceptos de la ley le
traerán felicidad. Son preceptos que Dios exige porque ama a su pueblo, le
quiere feliz. “De vuestros padres se enamoró el Señor” y por eso les dio la
ley. Una ley que ha de llegar al interior del ser humano al corazón, es lo que
hay que circuncidar.
Enamorado
de sus padres es Dios quien cuida también de los extranjeros. Exige que sean
acogidos. Y acogidos por amor. Ellos tan favorecidos por su Dios han de
extender esos favores también a los que no descienden de sus padres, de los que
se enamoró Dios: a los extraños. Les costaba a los judíos pensar en un Dios que
no lo era de ellos solo y solo para ellos. Esa idea cuidada y extendida de ser
“pueblo escogido” siguió derivando a la exclusión de Dios a los extraños al
pueblo. Jesús fue criticado por acercarse a ellos. En especial se sintieron
escandalizados los representantes de la ley. Sin embargo Jesús fue claro al
enviar a sus apóstoles a “predicar el evangelio a todos los pueblos”.
No
hace falta esforzarse para que sepamos aplicar esta exigencia del Dios del
Antiguo Testamento a lo que sucede en nuestros días de exclusión del extraño.
No solo no se le ama, se le rechaza. Algo que sucede entre los que admiten las
enseñanzas solo del Antiguo testamento y también entre los que aceptan los dos,
entre judíos y cristianos.
Ellos se pusieron muy tristes
Con
frecuencia leemos los textos sagrados, en especial los Evangelios, fijándonos
sólo en hechos y palabras, y prescindiendo de los sentimientos de donde brotan
esos hechos y esas palabras, que también están reflejados en muchas ocasiones
en el texto. Por ejemplo, nos fijamos en la llamada multiplicación de panes y
peces y pasamos por encima que Jesús realizó ese signo porque sintió
lástima de quienes le escuchaban desorientados y con hambre. Y sin embargo ese
mudo interior de la persona es el que mejor la define. Y además es lo que es
más imitable en Jesús: sus milagros no los vamos a realizar, pero sí podemos
tener sus sentimientos de compasión hacia el enfermo, el hambriento, el
desorientado, por ejemplo. John Sobrino llama a conocer la “historia subjetiva
de Jesús”, es decir los sentimientos que van conduciendo su vida y predicación.
El
texto evangélico de este día nos presenta a los apóstoles tristes, porque
Jesús anuncia su muerte y su resurrección. Ellos se han quedado con lo
inmediato, la muerte, prescinden de la resurrección. En la espiritualidad
cristiana a lo largo de la historia ha sido frecuente fijarse más en la muerte
que en la resurrección, en el dolor y el fracaso, que en la alegría y el
triunfo. Se impone lo evidente sobre aquello a lo que se accede sólo por la fe.
De ahí puede derivar una espiritualidad triste, que podía tener el carisma de
espiritualidad de derrotados resignados; o convencidos que ha sido el dolor, no
el amor manifestado por Cristo en la cruz, lo que nos salva.
El
resto del texto del evangelio con cierto carácter anecdótico sí manifiesta que
decisiones de carácter económico-administrativo como el pago de impuestos no
deben alterar la predicación de Jesús. Tampoco que lo que es una consideración
que llamaríamos teológica de que Jesús está por encima de quien le exige
impuestos, debe ser una razón para eximirse de acomodarse a lo que lo que la
ley fiscal le exige. También eso conviene que lo tengamos en cuenta. Pero sobre
todo hay que tener en cuenta el cuidado de Jesús de no dar mal ejemplo por
rechazar pagar el impuesto puesto, que es según el texto la razón por la que
actúa Jesús y se acomoda a lo ordenado por la ley civil.
Fray
Juan José de León Lastra
Convento de Santo Domingo (Oviedo)
Convento de Santo Domingo (Oviedo)
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