Día litúrgico: Sábado II del
tiempo ordinario
Santoral 21 de Enero: San Fructuoso, obispo y mártir, y santos Augurio y Eulogio, diáconos y mártires
Comentario: Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del
Vallès, Barcelona, España).
«Está
fuera de sí»
Hoy
vemos cómo los propios de la parentela de Jesús se atreven a decir de Él que
«está fuera de sí» (Mc 3,21). Una vez más, se cumple el antiguo proverbio de
que «un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio» (Mt 13,57).
Ni que decir tiene que esta lamentación no “salpica” a María Santísima, porque
desde el primero hasta el último momento —cuando ella se encontraba al pie de
la Cruz— se mantuvo sólidamente firme en la fe y confianza hacia su Hijo.
Ahora
bien, ¿y nosotros? ¡Hagamos examen! ¿Cuántas personas que viven a nuestro lado,
que las tenemos a nuestro alcance, son luz para nuestras vidas, y nosotros...?
No nos es necesario ir muy lejos: pensemos en el Papa Juan Pablo II: ¿cuánta gente le siguió, y... al mismo tiempo,
cuántos le interpretaban como un “tozudo-anticuado”, celoso de su “poder”? ¿Es
posible que Jesús —dos mil años después— todavía siga en la Cruz por nuestra
salvación, y que nosotros, desde abajo, continuemos diciéndole «baja y creeremos
en ti» (cf. Mc 15,32)?
O
a la inversa. Si nos esforzamos por configurarnos con Cristo, nuestra presencia
no resultará neutra para quienes interaccionan con nosotros por motivos de
parentesco, trabajo, etc. Es más, a algunos les resultará molesta, porque les
seremos un reclamo de conciencia. ¡Bien garantizado lo tenemos!: «Si a mí me
han perseguido, también os perseguirán a vosotros» (Jn 15,20). Mediante sus
burlas esconderán su miedo; mediante sus descalificaciones harán una mala
defensa de su “poltronería”.
¿Cuántas
veces nos tachan a los católicos de ser “exagerados”? Les hemos de responder
que no lo somos, porque en cuestiones de amor es imposible exagerar. Pero sí
que es verdad que somos “radicales”, porque el amor es así de “totalizante”: «o
todo, o nada»; «o el amor mata al yo, o el yo mata al amor».
Es por esto que san Juan Pablo II nos habló de “radicalismo evangélico” y de “no
tener miedo”: «En la causa del Reino no hay tiempo para mirar atrás, y menos
para dejarse llevar por la pereza».
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