(RV).-El tercer viaje apostólico del Papa Francisco será a Corea del Sur del 14 al 18 de agosto. Las
fechas de esta visita fueron oficializadas el lunes por la Oficina de Prensa de
la Santa Sede. La ocasión, precisa la nota, la da la VI Jornada de la Juventud Asiática, que se desarrollará en la diócesis de Daejeon. Pero, según
precisó el Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, P. Federico
Lombardi, el Papa también presidirá la ceremonia de Beatificación de un grupo
de mártires coreanos.
“Se debe ir a Asia. Porque el Papa Benedicto no tuvo tiempo para viajar a Asia y es importante”.
Es el 28 de julio del año pasado, la
Jornada Mundial de la Juventud brasileña había apenas concluido mientras el
avión en el que conversa amablemente con los periodistas está dejando el
continente americano para traerlo de regreso al europeo, cuando el Papa Francisco dirige la mirada aún más
hacia oriente. En sus palabras ante los periodistas hay el impulso personal de
un pastor acostumbrado a considerar centro de su misión todas las periferias,
pero también la fuerza de una “visión”, aquella que hace 15 años, en víspera
del Jubileo, Juan Pablo II afirmaba
claramente en la Exhortación Apostólica Ecclesia in Asia: “Como en el primer
milenio la Cruz fue plantada sobre el suelo europeo, en el segundo milenio
sobre aquel americano y africano, en el tercer milenio se podrá esperar recoger
una gran cosecha de fe en este continente tan vasto y vivo.” Francisco se prepara a seguir las
huellas de Juan Pablo II 25 años
después, teniendo en el corazón un claro deseo, expresado el 13 de enero pasado
en la audiencia al Cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede:
“Con ocasión del 50 aniversario de las relaciones
diplomáticas con la República de Corea, imploro a Dios el don de la
reconciliación en la península, con el auspicio que, por el bien de todo el
pueblo coreano, las Partes interesadas no cesen de buscar puntos de encuentro y
posibles soluciones. Asia, de hecho, tiene una larga historia de pacífica
convivencia entre sus diversos componentes civiles, étnicos y religiosos”.
Un viaje por lo tanto para llevar un mensaje de paz en una
tierra que vive en medio de una guerra fría desde hace 50 años y para abrazar a
los jóvenes protagonistas de aquella que puede ser considerada una especie de
“JMJ” asiática. Pero en el corazón del Papa está y estará sobre todo el destino
de la pequeña Iglesia local, minoría que la crónicas muestran viva y
emprendedora y que, como todas las Iglesias de misión, se apoya sobre las
espaldas de los gigantes que la han fundado pagando con su sangre. Este
particular reconocimiento llegará precisamente del Obispo de Roma que, en el
curso de la visita, elevará al honor de los altares al Siervo de Dios Pablo Yun
Ji-chung, laico, y a 123 compañeros, asesinados por odio a la fe entre 1791 y
1888. (RC-RV)
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