19-03-2014 Radio Vaticana
(RV).- (Escuchar audio) “Custodiar a Jesús con María, custodiar toda la creación, custodiar
a todos, especialmente a los más pobres, custodiarnos a nosotros mismos; he
aquí un servicio que el Obispo de Roma está llamado a desempeñar, pero al que
todos estamos llamados: ¡protejamos con amor lo que Dios nos ha dado!”.
Con esta fuerte exhortación el Papa Francisco concluía, hace exactamente un año, la mañana del 19
de marzo de 2013, su homilía de la solemne Misa presidida con motivo del inicio
de su ministerio petrino, en una plaza de San Pedro abarrotada de fieles de
numerosos países, a los cuales el Obispo de Roma les indicaba, en el día de su
fiesta, el modelo de San José,
custodio de María y de Jesús y de toda la Iglesia, tal como lo había subrayado
ya el beato Juan Pablo II.
El Papa Francisco
recordaba asimismo a su predecesor, Joseph Ratzinger, entre los aplausos de más de 200 mil personas, en el día de su
onomástica.
Y afirmaba que la vocación de custodiar no sólo nos atañe
a nosotros, los cristianos, sino que tiene una dimensión que antecede y que es
simplemente humana, porque corresponde a todos los hombres, porque es custodiar
toda la creación, es tener respeto por todas las criaturas de Dios y por el
entorno en el que vivimos.
Es custodiar cada uno, con amor, especialmente a los
niños, a los ancianos, a quienes son más frágiles y que a menudo se quedan en
la periferia de nuestro corazón. ¡Sean custodios de los dones de Dios! Pedía
hace un año el Papa Francisco,
dirigiéndose a todos los que ocupan puestos de responsabilidad en el ámbito
económico, político o social, porque cuando falta esta responsabilidad
“entonces gana terreno la destrucción y el corazón se queda árido”.
Custodiar quiere decir entonces vigilar sobre nuestros
sentimientos, nuestro corazón, porque ahí es de donde salen las intenciones
buenas y malas: las que construyen y las que destruyen. Y añadía: “No debemos
tener miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura que no es la
virtud de los débiles, sino más bien todo lo contrario: denota fortaleza de
ánimo y capacidad de atención, de compasión, de verdadera apertura al otro, de
amor”.
“Cristo ha dado un poder a Pedro, concluía el Papa su
homilía de la Misa celebrada por el inicio de su pontificado, pero el verdadero
poder es el servicio, y el Papa,
para ejercer el poder, debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su
culmen luminoso en la cruz. Sólo quien sirve con amor sabe custodiar”.
(María Fernanda Bernasconi – RV).
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