Lectura del santo evangelio según san
Marcos 10,13-16
En
aquel tiempo, le acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los
discípulos les regañaban.
Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él.»
Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.
Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él.»
Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.
Reflexión del Evangelio de hoy
Oración
intensa
Hoy
Santiago nos exhorta a perseverar en la oración y a ser pacientes para que,
“viviendo con los pies en la tierra” «aspiremos a los bienes de arriba y no a
los de la tierra.» Es decir nos exhorta a abandonarnos en las manos de Dios
siempre y en cada momento, poniendo de nuestra parte lo que está a nuestro
alcance para no caer en la presunción, dejando espacio libre, en la
programación de nuestra vida, a la Voluntad de Dios. Porque sólo Él conoce en
qué consiste y cuál es nuestro verdadero bien.
Jesús
lo logró a la perfección. Él supo unir diálogo y comunicación con el Padre,
contemplación e intensa oración, con la prosecución enérgica de la justicia y
santidad del Reino de Dios: anunciando la Buena Nueva con denuncia profética,
sanando y liberando al hombre, especialmente a los más necesitados, de lo que
les esclaviza.
Si,
como Cristo, nos abrimos a Dios en la oración y en la contemplación, no
nos desentenderemos del mundo, aunque vivamos en soledad, sino que amaremos
a nuestros hermanos con gran intensidad. Por ello tendremos hambre y sed
de justicia, de amor y de fraternidad, de reconocimiento de la dignidad de todo
hombre, sobre todo de los más humildes, los “vencidos” por el egoísmo de los
que deberíamos ser sus hermanos.
Nuestra
oración y experiencia de Dios serán auténticas cuando llevemos la oración a la
vida, y la vida a la oración, en fecunda relación mutua. Así lo hicieron los
grandes orantes ( hoy Santiago nos lo dice de Elías): “tocaron” el misterio de
Dios.
La
soledad en la oración es apertura máxima a Dios, porque toda verdadera soledad
supone un corazón que sabe abrirse a la vida fraterna, a toda vida en comunión,
diferenciándose claramente del aislamiento provocado por el egoísmo neurótico.
La
oración no nos separa de la vida y de sus problemas, sino que nos da la energía
que necesitamos para transformar la realidad de nuestra vida en alabanza y
gloria de Dios ayudándonos, como decíamos al pricipio, a “vivir con los pies en
la tierra” «aspirando a los bienes de arriba.»
Recibir
el Reino como un niño
Hoy
San Marcos quiere hacernos caer en la cuenta de la viva conciencia que tiene
Jesús de la radical novedad de su mensaje, invitándonos a permanecer abiertos a
la novedad de la Buena Nueva de Jesucristo: «Quien no reciba el Reino de Dios
como un niño no entrará en él»
Jesús
nos dice que, para recibir el Amor de Dios y Su Reino de salvación, nuestra
vida debe ser como la de los niños: humilde, sencilla, receptiva,
gratuita.
Sí,
los niños nos enseñan a recibir el Reino de Dios sin ponerle condiciones, sin exigir
nada, con la conciencia de que recibimos lo que no merecemos, pero que a Dios
Padre le ha parecido bien regalárnoslo, porque ante el Reino de Dios no
tenemos, ni podemos hacer nada, que valga su merecimiento.
La
acogida de Jesús a los niños nos muestra que debemos vivir reconociéndonos
dependientes de Dios, pobres de espíritu y necesitados de su amor y de su
gracia, y, también, necesitados de la ayuda de nuestros hermanos en
nuestro camino de seguimiento de Cristo, con la confianza incondicional
que los niños tienen, para recibirlo todo de buena gana, sin poner
“peros”.
Debemos
poner toda la atención en aquello que recibimos y en lo que tenemos entre
manos, como hacen los niños, que tienen los ojos abiertos para ver, y las manos
tendidas para recibir con asombro. Dios se nos revela con imprevisible novedad,
con asombrosa cercanía siempre nueva y siempre creadora, orientándonos hacia el
futuro, porque es la actitud más humana y completa para abrirnos a Él sin
reserva y, dar cabida al Reino de Dios en nuestra vida.
Una
vez que aceptemos el Reino de Dios como un niño, entraremos en él, y será
entonces cuando culmine en nosotros la infancia espiritual que, lejos de ser
ñoñería infantil es: vivir con madurez responsable ante Dios y en nuestro
propio ambiente.
Como
hizo San Felipe Neri, cuya memoria celebramos hoy, dirijamos nuestra mirada
confiada a María, Madre de Dios y Madre nuestra, y pidámosle que con su materno
amor nos acompañe siempre y nos sostenga en nuestro caminar hacia el Reino de
Dios.
Monjas Dominicas
Contemplativas
Monasterio de Santa Catalina de Siena (Paterna)
Monasterio de Santa Catalina de Siena (Paterna)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/26-5-2018/
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