viernes, 25 de mayo de 2018

Evangelio del día, 25-05-2018 (Séptima Semana del Tiempo Ordinario Año Par)


Lectura del santo evangelio según san Marcos 10,1-12
En aquel tiempo, Jesús se marchó a Judea y a Transjordania; otra vez se le fue reuniendo gente por el camino, y según costumbre les enseñaba.
Se acercaron unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba: «¿Le es licito a un hombre divorciarse de su mujer?»
Él les replicó: «¿Qué os ha mandado Moisés?»
Contestaron: «Moisés permitió divorciarse, dándole a la mujer un acta de repudio.»
Jesús les dijo: «Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación Dios "los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne." De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.»
En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo.
Él les dijo: «Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio.»

Reflexión del Evangelio de hoy
Llamamos dichosos a los que tuvieron constancia
Abundan en nuestro entorno los diagnósticos nada optimistas de la realidad sociocultural; y no es que no existan indicadores que abonen tales dictámenes. Pero el que cree en Jesús de Nazaret está obligado a identificar en el mundo actiañ los verdaderos signos de los tiempos, los puntos de apoyo de una esperanza que sabe muy bien que la frivolidad y la banalidad nunca tendrán la última palabra ni serán el mejor perfil del buscador de Dios. La espera del Señor nunca fue fácil, ni en tiempos de Santiago ni ahora; por eso se impone una espera activa, una paciencia creadora que, en clave de constancia, desea construir una historia trufada de Evangelio. Porque es el proyecto de Jesús, el Reino de Dios, el que tiene que decantarse entre nosotros como experiencia de gracia, como apuesta de fe, porque el Señor cumple siempre sus promesas y entre sus hijos son muy conocidos sus detalles de fidelidad. Los profetas y Job son un buen exponente del tiempo de gracia que media entre la siembra y la cosecha, quedando bien claro que la cosecha la establece el Señor, el dueño de esta mies, del mismo modo que escogió para cada uno de nosotros el momento de la sementera. El Señor es el que dicta el tiempo, confiemos en Él que sabe dar a nuestro tiempo fraterna fecundidad.
Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre
Abandona Jesús Galilea, pero no abandona su quehacer como Maestro. Unos fariseos le preguntan sobre la legalidad del repudio de la propia esposa. No dudan de la legitimidad del divorcio, sino de las diversas modalidades que, al respecto, contempla la normativa mosaica. En su respuesta, Jesús pasa del nivel jurídico al religioso, el plan originario de Dios, que fue rebajado en su formulación y exigencia por la dureza de corazón del hombre. Para Jesús está claro que la voluntad de Dios ya consta en el Génesis, pues en él aparecen el hombre y la mujer iguales en dignidad y los dos igualmente vocacionados a vivir en amor total. No se trata tanto de recuperar una normativa ni una moralidad más exigente de la que hacen gala los fariseos, sino de clarificar sin rebajas la dignidad del amor humano, la calidad de gracia del matrimonio, el serio y maduro compromiso de construir una convivencia en fidelidad y oblatividad, pues sin tales premisas difícil es vivir el amor cristiano. Y los dos en igual responsabilidad y compromiso. Por eso el matrimonio cristiano es algo más que un contrato legal; es una alianza estable, similar a la que el mismo Padre Dios ha establecido con su Pueblo y con cada uno de sus hijos. Porque la solidez del matrimonio no la dicta la ley, sino que se alimenta únicamente en el amor que une y crea, requisito indispensable para que la vida conyugal sea también seguimiento de Jesús.
¿La comunidad se plantea un apoyo efectivo a las parejas que desean matrimoniar, sobre todo testimoniando la vida conyugal como experiencia de vida y de gracia?

Fr. Jesús Duque O.P.
Convento de Santo Domingo de Scala-Coeli (Córdoba)

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