Lectura del santo evangelio según san Juan
17, 20-26
En
aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo: - «Padre
santo, no sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la
palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti,
que ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me has
enviado. También les di a ellos la gloria que me diste, para que sean uno, como
nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno,
de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y los has amado como me has
amado a mí. Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén
conmigo
donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes
de la fundación del mundo. Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he
conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les
daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté con ellos, como
también yo estoy con ellos.»
Reflexión del Evangelio de hoy
Acusaciones
contra Pablo
Bien
sabemos que la vida de Pablo, como predicador del evangelio de Jesús, no fue
fácil. Él se gastó y desgastó por anunciar la buena noticia. En un primer
momento a sus hermanos judíos, después a los gentiles. Cuando Pablo, después de
sus correrías apostólicas, vuelve a Jerusalén, hay judíos que le acusan de que
“anda enseñando por todas partes contra el pueblo, contra la Ley y contra este
lugar (el Templo)”. Es claro que un grupo amplio de judíos no quiere que la
nueva religión predicada por Pablo se difunda y el judaísmo vaya perdiendo
terreno. Y siempre que pueden presentan contra él acusaciones para hacerle
callar.
Por
la lectura de hoy, vemos que los judíos de Jerusalén logran llevarlo ante el
tribuno romano y, por carambola, Pablo es llevado ante Sanedrín judío, el
Consejo en pleno, para saber bien de qué se le acusa. Pablo aduce que es
acusado por su esperanza en la resurrección, con lo cual logra dividir al
Sanedrín, a los fariseos y saduceos, que tiene opinión distinta sobre este
tema.
Más
allá del desenlace de este episodio, relatado en las lecturas siguientes, una
vez más hay que insistir en dos puntos respecto a san Pablo. Primero, siempre
tuvo personas que acogieron su predicación y personas que le rechazaron, de
manera muy fuerte como en esta ocasión, poniendo en peligro su vida. Segundo,
por muchos que fueron los peligros y las situaciones difíciles para él, nada ni
nadie logran apartarle de Jesús y de la predicación de su evangelio. La razón
es claro: “para mí la vida es Cristo”.
Yo en
ellos y tú en mí, para sean completamente uno
En
los momentos finales de su vida terrena, Jesús abre su corazón al Padre y le
expresa sus deseos. Uno de ellos es el deseo de unidad de todos sus seguidores,
que no se enfrenten entre sí, que no se distancien unos de otros: “Que todos
sean uno, como tú Padre en mí y yo en ti, que ellos también lo sean en
nosotros”. Jesús pone el listón muy alto. Desea para nosotros, sus seguidores,
la misma unión que reina entre el Padre y él.
La
única manera de conseguir esta unidad es: “Yo en ellos y tú en mí, para que
sean completamente uno”. Esa unidad, mirando la historia de la iglesia, ha sido
y sigue siendo imperfecta. Una explicación la encontramos en las palabras de
Cristo: “Yo en ellos…”. Con frecuencia, no dejamos a Jesús que esté del todo en
nosotros, que sea el Dueño y Señor de nuestros corazones, de nuestros
pensamientos, de nuestros sentimientos… Pidamos al Jesús que le dejemos ocupar
en nosotros el lugar que le corresponde.
Fray Manuel Santos
Sánchez
Convento de Santo Domingo (Oviedo)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/17-5-2018/Convento de Santo Domingo (Oviedo)
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