Día litúrgico: Jueves X del
tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 5,20-26): En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos: «Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos,
no entraréis en el Reino de los Cielos.
»Habéis
oído que se dijo a los antepasados: ‘No matarás; y aquel que mate será reo ante
el tribunal’. Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano,
será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano "imbécil",
será reo ante el Sanedrín; y el que le llame "renegado", será reo de
la gehenna de fuego.
»Si,
pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un
hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y
vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu
ofrenda. Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el
camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te
metan en la cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado
el último céntimo».
Comentario: P. Julio César RAMOS González SDB (Mendoza,
Argentina).
«Si
vuestra justicia no es mayor (...) no entraréis en el Reino de los Cielos»
Hoy,
Jesús nos invita a ir más allá de lo que puede vivir cualquier mero cumplidor
de la ley. Aún, sin caer en la concreción de malas acciones, muchas veces la
costumbre endurece el deseo de la búsqueda de la santidad, amoldándonos
acomodaticiamente a la rutina del comportarse bien, y nada más. San Juan Bosco
solía repetir: «Lo bueno, es enemigo de lo óptimo». Allí es donde nos llega la
Palabra del Maestro, que nos invita a hacer cosas “mayores” (cf. Mt 5,20), que
parten de una actitud distinta. Cosas mayores que, paradójicamente, pasan por
las menores, por las más pequeñas. Encolerizarse, menospreciar y renegar del
hermano no son adecuadas para el discípulo del Reino, que ha sido llamado a ser
—nada más y nada menos— que sal de la tierra y luz del mundo (cf. Mt 5,13-16),
desde la vigencia de las bienaventuranzas (cf. Mt 5,3-12).
Jesús,
con autoridad, cambia la interpretación del precepto negativo “No matar” (cf.
Ex 20,13) por la interpretación positiva de la profunda y radical exigencia de
la reconciliación, puesta —para mayor énfasis— en relación con el culto. Así,
no hay ofrenda que sirva cuando «te acuerdas entonces de que un hermano tuyo
tiene algo contra ti» (Mt 5,23). Por eso, importa arreglar cualquier pleito,
porque de lo contrario la invalidez de la ofrenda se volverá contra ti (cf. Mt
5,26).
Todo
esto, sólo lo puede movilizar un gran amor. Nos dirá san Pablo: «En efecto, lo
de: No adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás y todos los demás
preceptos, se resumen en esta fórmula: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’.
La caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en su
plenitud» (Rom 13,9-10). Pidamos ser renovados en el don de la caridad —hasta
el mínimo detalle— para con el prójimo, y nuestra vida será la mejor y más
auténtica ofrenda a Dios.
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