Lectura
del santo evangelio según san Mateo 11, 16-19
En aquel
tiempo, dijo Jesús al gentío:
«¿A quién
compararé esta generación?
Se
asemeja a unos niños sentados en la plaza, que gritan diciendo: “Hemos tocado
la flauta, y no habéis bailado; hemos entonado lamentaciones, y no habéis
llorado”.
Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: “Tiene un demonio”. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: “Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores”.
Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: “Tiene un demonio”. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: “Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores”.
Pero la
sabiduría se ha acreditado por sus obras».
Reflexión
del Evangelio de hoy
Yo, el
Señor, tu Dios, te enseño para tu bien
¡Cuántas
imágenes falsas de Dios nos fabricamos los hombres! Imágenes que no tienen nada
que ver con nuestro verdadero Dios. Una de ellas es ver a Dios como un ser
atosigante con los hombres, alguien, que como es Dios y está por encima de
nosotros, nos puede imponer sus mandatos y sus indicaciones como él quiera,
robándonos así nuestra libertad, nuestra posibilidad de elegir libremente
aquello que deseamos hacer. En esta línea, el famoso filósofo Nietzsche llegó a
afirmar: “Dios ha muerto, viva el superhombre”. Es decir, para que el hombre
viva y viva con libertad tiene que morir Dios, el que pretende obligarnos a
hacer lo que a él le parezca.
Ya en el
Antiguo Testamento se nos dice que Dios no es así. El profeta Isaías, en la
primera lectura de hoy, recoge estas clarificadoras palabras: “Yo, el Señor, tu
Dios, te enseño para tu bien”. Lo único que busca nuestro Dios, porque nos
quiere, es nuestro bien, indicarnos los caminos que nos llevan a lo que nos
hace disfrutar de la vida y vivirla con alegría.
Con la
venida de Jesús, la imagen de Dios se nos ha clarificado mucho más porque
“Felipe quien me ve a mí, ve al Padre”. Los rasgos de Jesús son los rasgos de
Dios. Y Jesús fue el que se empeñó en demostrarnos que nos amaba y nos amaba
hasta el extremo de dar su vida por nosotros. Todo lo que nos dijo, todas sus
indicaciones no buscan más que señalarnos el camino que conduce al gozo de
vivir: “he venido para que tengáis vida y vida en abundancia”.
Los no
emocionados niños de la plaza
De las
peores enfermedades que una persona puede padecer está la no emoción, el no
emocionarse con nada ni con nadie. Estar condenado a la indiferencia, a la
desconfianza ante cualquier realidad. Todo para él es plano, gris.
Jesús en
el evangelio de hoy se queja justamente de que su generación padece el mal de
la no emoción. La compara a esos niños que cuando han tocado a fiesta ellos no
bailan, no se emocionan, y cuando han tocado lamentaciones siguen con la misma
postura, no lloran, no mueven ni un músculo de la cara. Ni la alegría ni la
tristeza llega a ellos. Permanecen en su estado de reposo emocional.
Jesús,
apoyándose en estos escépticos niños, explica a sus oyentes que así es su
generación. Vino Juan, que tenía fama de austero, y no le hicieron caso, no se
emocionaron con él, más bien dijeron: “Tiene un demonio”. Vino el Hijo del
Hombre, que come, bebe, va de banquetes con los pecadores, y tampoco se
emocionaron con él y le dieron la espalda. Mantuvieron su indiferencia.
En este
tiempo de adviento, en primer lugar debemos recordar que Jesús fue un hombre
apasionado, que vivió con pasión. Y vino para contagiarnos su pasión, para que
viviésemos emocionados. Para ello, nos ofreció su amor, “Cristo me amó y se
entregó por mí” y también su luz, una luz que disipa nuestras tinieblas.
Con lo
que Jesús nos ha regalado para esta próxima navidad y para siempre ¿vivimos con
pasión, con emoción, o nos parecemos a los niños de la plaza?
Fray
Manuel Santos Sánchez
Convento de Santo Domingo (Oviedo)
Convento de Santo Domingo (Oviedo)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/13-12-2019/
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