Lectura
del santo evangelio según san Mateo 11, 28-30
En aquel
tiempo, Jesús tomó la palabra y dijo:
«Venid a
mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.
Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
Reflexión
del Evangelio de hoy
Los que
esperan en el Señor renuevan sus fuerzas
En este
tiempo de Adviento podemos preguntarnos ¿cuál es el nivel de nuestra esperanza?
¿Cómo están robustecidas nuestras piernas al andar por la vida?
El
profeta Isaías nos muestra a pueblo envuelto en el velo de la angustia y la
desesperanza. La añoranza, el abandono la pretensión de un Dios cansado, que no
cuida a su creación, es la vivencia de un pueblo cuando la esperanza está
ausente.
Pero
hemos de preguntarnos, ¿está ausente Dios? ¿Dios se ha cansado de nosotros?
El
profeta ahuyenta ese pesar señalando que Dios está presente en toda la
creación, en todo momento, dando fuerza al cansado y desvalido, acrecentando el
vigor de quien no puede o no sabe andar. Son los jóvenes que tropiezan y
vacilan, pero los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas.
Esperar en
el Señor para renovar las fuerzas es la clave de todo impulso creador que cada
persona puede tener en su vida. Somos creadores con Dios de una historia de
salvación, no podemos cargar la responsabilidad de vivir esperanzados sólo en
Dios, nosotros también somos responsables de una vida que hemos de conducirla a
la esperanza.
Dios no
es un resuelve vidas, es un acompañante, camina con nosotros, nos empuja, nos
levanta, nos alienta, nos anima como un amigo, pero no resuelve la vida por
nosotros. No nos sustituye. Por eso, cuando le pedimos a Dios algo que
estimamos que no ha sido cumplido, parece que obligamos a Dios a que haga lo
que nosotros queremos, le culpamos y nos alejamos de Él cuando no resulta así.
Es
entonces cuando nace la angustia, la añoranza de tiempos mejores, la
desolación. Pero nuestra mirada ha de estar puesta en Dios enfocándose mejor.
Venid a
mi… y yo os aliviaré
Venid a
mí… es la
primera llamada del Evangelio de Mateo a todos los que viven en la desolación y
en el cansancio. Dios se muestra, en Jesús como alivio y descanso. Ahora es el
tiempo del consuelo, ahora es el tiempo de la esperanza, ahora es el tiempo
donde el alivio se muestra presente.
Venid a
mi…porque
hay razones de humildad y mansedumbre que esperan tu capacidad de resilencia y
superación
Pero no
sólo hay una llamada para acudir a Dios, también nos hace partícipes de nuestra
capacidad de sanación y despertar a la esperanza. A la llamada constante de un
“venid a mí”,Jesús une la capacidad de cargar con la cruz y un “aprended
de mí” que los humanos tenemos como capacidad para acoger el Reino de Dios.
De esta manera se halla el descanso.
“Aprended
de mi”requiere una mirada comprometida y constante a lo que Jesús dijo
e hizo para ofrecer alivio y consuelo. No podemos mirar a nuestros hermanos
perdiendo esta perspectiva con humildad. Hemos de aprender la capacidad
de ser alivio y consuelo para los que sufren. Creer conlleva transformarme en
un agente activo de consolación y alivio para los adolecen de esperanza. Cristo
es la referencia de la misericordia que Dios muestra para los más necesitados.
Su suerte, su destino, su palabra, sus acciones son un ejemplo de compasión
constante en mi camino de fe. Unirme a la piel del que sufre, para ayudar a
levantarse de su situación.
Oremos
por cuantos cansados hay de la vida y de la fe en Dios, para que encuentren un
aliciente de esperanza en su camino, y muestren el rostro eterno de la
misericordia de Dios.
Fr.
Alexis González de León O.P.
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)
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