miércoles, 11 de diciembre de 2019

Evangelio del día, jueves 12-12-2019 (Segunda Semana de Adviento)


Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 11-15
En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.
Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora el reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan. Los Profetas y la Ley han profetizado hasta que vino Juan; él es Elías, el que tenía que venir, con tal que queráis admitirlo.
El que tenga oídos, que oiga».

Reflexión del Evangelio de hoy
La sabiduría de los pequeños
Este texto de la segunda parte del libro de Isaías, recoge la ternura y el aliento con el que Dios se dirige a aquellos judíos desterrados que han de emprender el camino de regreso a su tierra. “Yo, el Señor, tu Dios, te tomo por tu diestra”. Dios promete agua para el corazón reseco de ese pueblo que ha buscado saciar su sed en otros dioses, que ha perdido la esperanza en su Dios.
Todos vivimos, en algún momento de la vida y por tantos motivos diferentes, esa desazón profunda que parece oscurecerlo todo, despojarlo de sentido y alegría. Nos sentimos resecos y frágiles. Parecen abrirse caminos, pero nos faltan las fuerzas para levantarnos y ponernos en marcha. El Señor se acerca hoy a cada uno para decirnos: “No temas, yo mismo te auxilio”. Nuestra fuerza, alegría, sentido, ánimo están en El. “Mira, te convierto en trillo nuevo…tú te alegrarás en el Señor”.
En lo más radical de la soledad, en lo más profundo de cada situación, hay Alguien, que siempre está ahí. Nos encontramos con el Dios que nos toca y transforma, con el Dios que nos ama insospechadamente, con el Dios que se vuelve nuestra esperanza real.  Es cuando brota la humildad tan necesaria, la sabiduría de saberte y sentirte pequeño, en sus manos.  Descubrimos, no sólo que no somos el centro del mundo, sino que ni siquiera somos el centro de nosotros mismos.
 En mi centro no hay un yo solitario, sino que habita Dios, la Palabra ha plantado su tienda.
La grandeza de los pequeños
El Evangelio de hoy nos adentra un paso más en este tiempo de adviento, con la figura emblemática de Juan Bautista. Jesús es radical en sus expresiones: “No ha nacido uno más grande… El es Elías, el que tenía que venir”. Los violentos arrebatan el reino de los cielos, no dejan oír el mensaje de la buena noticia del Reino. Y termina el texto con la invitación a escuchar:” El que tenga oídos, que oiga”.
¿Qué hay que oír? ¿Sentimos que necesitamos un salvador? En medio de la violencia de todo tipo, de tantos discursos y promesas huecas, de la continua violación de los derechos más fundamentales y la destrucción del planeta, somos incapaces de oír las palabras del profeta. Seguimos contemplando impasibles cómo se nos arrebata la vida, la bondad, la belleza, la verdad, lo que nos hace más humanos y dignos.
Hay una frase que es desconcertante: “el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él”. Los valores que alientan nuestras sociedades son el éxito, ser influyentes, importantes, ricos y poderosos. Esas son las violencias que arrebatan el reino, que destruyen a los más débiles y lo más humano de cada uno.
Un sacerdote hizo una vez un comentario sobre un grupo de chavales de un barrio bastante conflictivo de la periferia de la ciudad:” ¡A ver si conseguimos hacer de estos niños verdaderos hijos de Dios!”. A lo que una señora, del equipo de Cáritas de la parroquia, contestó: “No, padre, son ellos los que hacen de nosotros verdaderos hijos de Dios”.
Jesús propone y vive un camino totalmente diferente, el que se hace pequeño con los más pequeños, denuncia las actitudes de quienes quieren ocultar la luz, y es buena noticia para quienes quieran oírla. ¿Quiénes son los más pequeños en el reino de los cielos? Los que son capaces de agacharse para contemplar un Dios hecho niño, y le reconocen.
Terminamos con unas frases del libro “Sabiduría de un pobre”, de Leclerq: “El hombre no se salva por sus obras, por muy buenas que sean.  Es preciso que se haga él mismo obra de Dios… Entonces se hace niño y juega el juego divino de la creación.  Puede mirar con igual corazón al sol y a la muerte.  Con la misma gravedad y la misma alegría”.

Hna. Águeda Mariño Rico O.P.
Congregación de Santo Domingo
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/12-12-2019/

No hay comentarios:

Publicar un comentario