lunes, 18 de junio de 2018

Evangelio del día, 18-06-2018 (Undécima Semana del Tiempo Ordinario, año Par)


Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 38-42
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Habéis oído que se dijo: "Ojo por ojo, diente por diente". Yo, en cambio, os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehuyas.»

Reflexión del Evangelio de hoy
El mal en el actuar humano
El relato del Libro de los Reyes nos cuenta cómo el rey de Samaría, Ajab, ayudado con las maquinaciones de su esposa Jezabel, provocan la muerte de Nabot para apoderarse de su viña.  La codicia, la manipulación y la incitación a la violencia se convierten en protagonistas del texto, y tristemente también, siguen siendo protagonistas de tantas situaciones a lo largo de la historia y del presente.
Llama la atención una frase de Jezabel: “¡Ya es hora de que ejerzas el poder regio en Israel!”.  El poder parece legitimar cualquier acción, justa o injusta.  El poder, que tiene en su fundamento ejercer la autoridad para el bien común, se pervierte y se transforma en abuso, búsqueda de intereses particulares, legitimación de uso de la fuerza y la coacción en beneficio propio o de quien decida quien lo ostenta.  El derecho y la ley, pierden su carácter universal e inalienable, para interpretarse y ejercerse de acuerdo a los intereses y truculencias de quienes ostentan el poder o les influyen y aconsejan.
Ese poder puede tener muchos “apellidos”: político, económico, social, religioso, familiar… Todos ejercemos el poder de una u otra forma, tomamos decisiones que influyen y afectan a otros, actuamos y hablamos provocando consecuencias en los demás.  Nadie está ajeno a obrar sin ética y ocasionar mal.  Incluso la cobardía y el “dejar hacer” a otros, siendo yo beneficiado, es la forma más común con la que hacemos mal a diario.  Caemos fácilmente en la connivencia con ese pecado estructural y social que sigue causando muerte, injusticia y miseria.
El bien como respuesta al mal
Jesús, en este pequeño pasaje de la liturgia de hoy, enmarcado en el Sermón del monte, revierte el argumento sobre cual debería ser la reacción al mal ocasionado, y provoca con sus palabras una confrontación directa con cualquiera de nosotros.  Si ya nos cuesta un mundo no dejarnos llevar por el mal, la reacción interna a las palabras de Jesús rebela nuestro sentido de lo que es justo y digno.
Quizás la intención misma de este texto es provocar, hacernos reaccionar.  Se dice que la virtud se alcanza con el ejercicio constante, que provoca hábito.  Ser fiel en lo pequeño, para ser capaz de responder con fidelidad en la situación más difícil.  Y es verdad que esos pequeños “ejercicios” de hacer bien en el día a día, nos irán convirtiendo en personas más capaces de responder con bien ante el mal.
El papa Francisco nos invita a la santidad en su reciente exhortación apostólica.  En el número 88, cuando habla de los que luchan por la paz, nos dice:” Los pacíficos son fuente de paz, construyen paz y amistad social”.  Y en el número 89: “Se trata de ser artesanos de la paz, porque construir la paz es un arte que requiere serenidad, creatividad, sensibilidad y destreza”.
A todos nos impactaron las declaraciones en los medios de comunicación de aquella madre a la que habían asesinado a su hijo pequeño, en un pueblo del sur de España.  La madre hacía una llamada a dejar actuar a la justicia, a no dejarnos llevar por esa respuesta de linchamiento a todo nivel que pueden despertar los crímenes más atroces, y a hacerlo por la memoria inocente de su hijo.  Es la llamada que Jesús nos hace hoy también a no cerrar puertas a la generosidad de un corazón bueno, que sabe amar, que sabe perdonar y vencer el deseo de revancha y venganza.
Es necesario cultivar una mirada más amplia, que cree futuro y posibilidades de vida y de encuentro.  Se decía de Domingo de Guzmán que destacaba su magnanimidad.  Hoy se habla poco de esta virtud.  Cuando la mirada y el corazón están centrados en Dios, surge esta grandeza del ser, es capaz de rebosarse a sí mismo, y de ser artesano de paz.  Necesitamos muchas personas así para hacer de nuestro mundo un hogar mejor y para todos.

Hna. Águeda Mariño Rico O.P.
Congregación de Santo Domingo
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/18-6-2018/

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