Domingo XXI del Tiempo
Ordinario
27 de agosto de 2017
MONICIÓN DE ENTRADA
Les damos nuestra más fraternal
bienvenida al inicio de esta nuestra Eucaristía, correspondiente al Domingo 21
del Tiempo Ordinario. Hoy la liturgia nos transmite la pregunta de qué es Jesús
para nosotros, quien es Él, realmente, para nuestras
vidas. La pregunta que Jesús de Nazaret hace a sus discípulos, nos la repite,
año tras, año, día tras día, a todos. Nosotros, aquí y ahora, hemos que dar una
respuesta concreta y sincera. Y así, todos juntos y con amor de hermanos vamos
a recordar el sacrificio de Amor que Cristo ofreció a su Padre y a nosotros nos
trajo la alegría de la salvación. Iniciamos cantando, con toda nuestro
agradecimiento a Dios.
MONICION DE LA PRIMERA LECTURA
1.- La primera lectura, sacada del
capítulo 22 del Libro de Isaías, nos presenta la semejanza de los hombres de
todos los tiempos. El profeta nos muestra que ya en aquel tiempo había abusos
de poder, negocios no muy claros y nos enseña cómo Dios pone fin a esta
situación. También nosotros como creyentes tenemos que estar dispuestos a poner
fin a muchas situaciones, no viviendo de forma superficial y haciéndolo desde
el evangelio aunque ello a veces nos complique la vida. Puede ser que eso no
cambie las cosas, pero al menos no nos sentiremos cómplices de la injusticia.
LECTURA DEL LIBRO DE ISAÍAS 22, 19-23
Así dice el Señor a Sobná, mayordomo de
palacio:
«Te echaré de tu puesto, te destituiré
de tu cargo.
Aquel día, llamaré a mi siervo, a
Eliacin, hijo de Elquías: le vestiré tu túnica, le ceñiré tu banda, le daré tus
poderes; será padre para los habitantes de Jerusalén y para el pueblo de Judá.
Pongo sobre sus hombros la llave del
palacio de David: abrirá y nadie cerrará, cerrará y nadie la abrirá.
Lo clavaré como una estaca en un lugar
seguro, será un trono de gloria para la estirpe de su padre».
Palabra de Dios.
R. SEÑOR, TU MISERICORDIA ES
ETERNA, NO ABANDONES LA OBRA DE TUS MANOS.
Te doy gracias, Señor, de
todo corazón;
porque escuchaste las palabras de
mi boca;
delante de los ángeles tañeré
para ti,
me postraré hacia tu
santuario. R.
Daré gracias a tu nombre:
por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera tu fama.
Cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma. R.
El Señor es sublime, se fija en
el humilde,
y de lejos conoce al soberbio.
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus
manos. R
MONICION DE LA SEGUNDA LECTURA
San Pablo, en el breve fragmento de la
Carta a los Romanos que conforma nuestra segunda lectura de hoy, nos hace ver
lo poco que somos, la pequeñez de nuestro corazón respecto a la ciencia y la
sabiduría inagotables de Dios. ¡Cuántas cosas creemos hacer por Dios!
Sacrificios, renuncias, obras buenas y no nos damos cuenta que no tenemos que hacernos
ilusiones, los dones de Dios siempre llegan antes que nuestros actos.
LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN
PABLO A LOS ROMANOS 11, 33-36
¡Qué abismo de riqueza, de sabiduría y
de conocimiento, el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables
sus caminos!
En efecto, ¿quién conoció la mente del
Señor? O ¿quién fue su consejero? O ¿quién le ha dado primero, para tener
derecho a la recompensa?
Porque de él, por él y para él existe
todo. A él la gloria por los siglos. Amén.
Palabra de Dios.
ALELUYA Mt 16, 18
Tú eres Pedro, y sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.
MONICION DEL EVANGELIO
En el evangelio, del capítulo 16 de San
Mateo, Jesús hace un sondeo de opinión y como siempre distinto al nuestro. Le
interesa el sondeo de nuestra fe, pero personalmente. ¿Quién soy yo?, te dice.
¿Quién soy para ti? ¿Qué represento a tus ojos? ¿Cuánto cuento en tu vida? En
consecuencia, ¿Quién eres tú? Jesús espera algo más que una simple declaración
convencional. Los demás también esperan de nosotros una respuesta que no sea
teórica, se trata de proclamar con la vida quién es Cristo para nosotros.
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN
MATEO 16, 13- 20
En aquel tiempo, al llegar a la región
de Cesárea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
«¿Quién dice la gente que es el Hijo
del hombre?».
Ellos contestaron:
«Unos que Juan Bautista, otros que
Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas».
Él les preguntó:
«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios
vivo».
Jesús le respondió:
«¡ Bienaventurado tú, Simón, hijo de
Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie ni la carne ni la sangre, sino mi
Padre que está los cielos.
Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y
sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la
derrotará.
Te daré las llaves del reino de los
cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en los cielos, y lo que desates
en la tierra quedará desatado en los cielos».
Y les mandó a los discípulos que no
dijesen a nadie que él era el Mesías.
Palabra del Señor.
UNA PREGUNTA
CLAVE
Por José María Martín OSA
1.- "Tú eres el Mesías, el
Hijo de Dios vivo". Probablemente Jesús formula la pregunta sobre su
identidad en Cesarea, ciudad situada en la costa mediterránea y reconstruida
por Filipo, hijo de Herodes el Grande. Lo hace en territorio semi-pagano y
rodeado de sus discípulos. Estos tratan de dar una respuesta comenzando por lo
que opina la gente de fuera de la comunidad. Sólo los que están dentro son
capaces de responder adecuadamente. Y lo hace Pedro, como portavoz de los
discípulos. Acierta plenamente cuando dice "Tú eres el Mesías, el Hijo de
Dios vivo". Probablemente en aquel momento no sabía lo que decía, pero
acierta. También nosotros acertamos cuando repetimos de memoria lo que hemos
aprendido en el catecismo sobre la divinidad de Jesús. Pero no es eso lo
importante, lo que cuenta de verdad es si sabemos lo que decimos cuando decimos
las palabras del Credo relativas al Hijo de Dios. Y sobre todo si lo que
decimos con los labios lo seguimos con el corazón.
2. - "¿Y tú, quién dices
que soy yo?". La pregunta que hizo Jesús a sus discípulos nos la hace
hoy a cada uno de nosotros: "¿Y tú, quién dices que soy yo?".
Traducido en palabras más fáciles y concretas: "¿para ti, quién soy
yo?". Para responder de verdad examina tu vida y contempla: ¿qué lugar
ocupa en tu vida, en tus proyectos, en tus actos, en tu proyecto personal,
Jesús de Nazaret? Porque no te está preguntando cuánto sabes de Él, sino qué
importancia tiene en tu vida. Dicen que un hombre contaba emocionado su
experiencia de Jesucristo. Entonces un amigo le dijo: "Puesto que conoces
a Jesús, sabrás decirme muchas cosas de El: dónde nació, en qué país vivió, qué
trabajo tenía, cómo era su familia, qué es lo hacía o decía". Pero nuestro
hombre no sabía qué decir. Simplemente, respondió así: "Mira, yo antes era
un alcohólico, maltrataba a mi mujer y a mis hijos, perdí mi trabajo... Pero
desde que conocí a Jesucristo dejé la bebida, encontré otro trabajo y en mi
casa hay una gran paz. Esto se lo debo a Jesucristo, y esto es lo que yo
conozco de Él". Este hombre respondió muy bien a la pregunta de Jesús,
porque lo hizo con su vida, no con teorías.
3. - Necesitamos tener
experiencia de Jesucristo. Si somos sinceros hemos de reconocer que todavía
no estamos convertidos a Jesucristo, porque todavía Jesús de Nazaret no ha
entrado en nuestra vida. Tenemos un barniz de cristianos. Gandhi dijo que nos
parecemos a una piedra arrojada al fondo de un lago. Por fuera parece que está
mojada, pero el agua no ha penetrado sus poros. Así ocurre con nosotros cuando
no dejamos que la Palabra de Dios penetre en nuestro interior y cuestione
nuestra vida. Necesitamos tener experiencia de Jesucristo. ¿Estás dispuesto a
seguir a Jesucristo? Si lo haces no te equivocarás y serás feliz. Plantéate en
serio: ¿Quién es Jesús para ti?
2.- LA BARCA DE PEDRO CONTINUARÁ NAVEGANDO
Por Antonio García-Moreno
1.- LA ÚLTIMA BATALLA.- Isaías,
de parte de Yahvé, se enfrenta al poderoso y soberbio funcionario palaciego:
"He aquí que Yahvé te lanzará con ímpetu varonil, te echará a rodar, con
ímpetu te lanzará sobre la vasta tierra. Allí morirás y allí sucumbirán tus
carros gloriosos. Te depondré de tu cargo y te arrancaré de tu lugar" (Is
22, 17-18).
Palabras tajantes de Dios. Palabras que
denotan el límite de su divina paciencia. Palabras que han de resonar en
nuestros propios oídos como la justa amenaza de este Dios nuestro, Padre de
bondad, que, precisamente por serlo, utiliza con sus hijos cuan-tos medios
existen para reducirlos al buen camino. También la amenaza seria y el duro
castigo.
Y es que llega un punto en el que la
situación se hace insostenible. Hay un momento en el que uno se pasa de la
raya, llegando a límites inconcebibles. El abuso pertinaz que se burla del
amor, puede hacer que rebose el vaso. Y una última gota puede ser suficiente
para que la ira de Dios se derrame sobre nuestra vida, dejándola eternamente
muerta.
Ese es el deseo de Dios, clavarnos como
se clava un clavo en un sitio sólido. Es decir, quiere que permanezcamos
siempre en pie, fuertes, perseverantes, leales hasta el fin. Somos nosotros los
que nos empeñamos en bailar sobre la cuerda floja, los que nos ponemos en mil
ocasiones que nos pueden hacer rodar por el suelo, echando a perder este tesoro
inapreciable que llevamos en nuestras pobres vasijas de barro.
Dios nos promete su ayuda, está siempre
dispuesto a echarnos una mano. Pero también es cierto -tan necios somos- que
despreciamos esa mano fuerte y segura y preferimos nuestra independencia,
nuestra autonomía. Y de hecho nos jugamos, muchas veces, nuestra salvación,
poniendo en inminente peligro lo que más vale en esta vida y en la otra.
Por eso muchos se salen del camino,
quedan tendidos en la cuneta, o caminan a gatas por los senderos que se han
elegido, terminando en una vergonzosa derrota... Luchemos nosotros por ser
siempre fieles a nuestra fe, a nuestra vocación. Tratando de ganar cada
batalla, ya que, al fin y al cabo, no sabemos cuál es la definitiva.
2.- CRISTO Y LA IGLESIA.- Jesús
no pasó desapercibido entre la gente de su tiempo. Todos hablaban de él, los de
arriba y los de abajo. Unos a favor y otros en contra. Algunos le llegaron a
llamar endemoniado y blasfemo, otros lo confundían con Elías, el gran profeta
de Israel. Tanto unos como otros estaban equivocados... También hoy se habla de
Cristo y de su obra, la Iglesia. A favor y en contra. Y con frecuencia se
aplican en esos juicios unos criterios inadecuados, se emplea una visión
materialista y temporal que no llega ni a intuir la grandeza divina del Señor y
la naturaleza sobrenatural del misterio de la Iglesia.
En esta ocasión que consideramos, san
Pedro, movido por Dios Padre, exclama entusiasmado y seguro: Tú eres el Mesías,
el hijo de Dios vivo. Con ello nos ofrece la clave para entender a Jesucristo y
a la Iglesia. Sólo desde la perspectiva de la fe se puede entender la verdadera
naturaleza del mensaje que Jesús ha traído, la salvación que él ha iniciado con
su muerte en la cruz y que la Iglesia proclama y transmite a los hombres de
todos los tiempos.
Y en esa Iglesia, en ese Pueblo de
Dios, un jerarca supremo. En esa casa de Dios una piedra de fundamento. En ese
rebaño un pastor. En esa barca un timonel. En ese cuerpo una cabeza visible. En
ese reino un soberano pontífice. Es cierto que el único Sumo Pontífice es
Cristo Jesús, el único Rey, la Piedra angular, el Buen Pastor, la única Cabeza.
Sin embargo, el Señor quiso que su Iglesia fuera una sociedad visible y
organizada, con una jerarquía y un supremo jerarca, un pueblo, el Nuevo Israel,
regido por Pedro y los otros once apóstoles, por sus sucesores cuando ellos
murieron, el papa y los obispos de todo el mundo en comunión con la Sede
romana.
Así lo quiso Jesucristo, así ha sido,
así es y así será. Es cierto que hay quien lo discute, quien lo niega o lo
ridiculiza. Pero es inútil. La Iglesia, por voluntad de su divino fundador, es
así y sólo así seguirá adelante, pues según la promesa divina los poderes del
Infierno no prevalecerán contra ella. Por eso la barca de Pedro continuará
navegando hasta llegar al puerto de la salvación. Y sólo los que, de una forma
u otra, estén dentro de esa barca, se salvarán.
3.- ¿JESÚS SÍ, IGLESIA NO? ¿POR QUÉ?
Por Gabriel González del Estal
1.- ¿Quién dice la gente que es
el Hijo del Hombre? Jesús no preguntaba por mera curiosidad. Lo que a
Jesús le importaba, lo que Jesús de verdad quería saber, era cuál era la
reacción de sus discípulos ante lo que la gente estaba opinando en aquel
momento sobre su persona. La respuesta de “la gente” de su tiempo, en general,
ya la conocía él de antemano: unos le comparaban con Elías, otros con Juan el
Bautista, otros con alguno de los profetas. También sabía Jesús que, en cambio,
para los fariseos, letrados y sumos sacerdotes, él era realmente un estorbo al
que había que eliminar. Todo eso, ya lo sabía Jesús de antemano. Pero sus
discípulos ¿cómo estaban reaccionando ante todas esas opiniones que ellos oían
y veían todos los días? La preocupación principal de Jesús era la respuesta de
sus discípulos ante la opinión de “la gente” y de los jefes religiosos y
políticos de su tiempo. Yo creo que también hoy a Jesús lo que más le interesa
es la reacción de los cristianos, de nosotros sus discípulos, ante la opinión
que tiene la sociedad actual sobre su persona y misión. Hoy gran parte de
nuestra sociedad tiene una buena opinión sobre Jesús de Nazaret y una opinión
no tan buena sobre nosotros, sus discípulos. No conozco ahora estadísticas
concretas sobre esto, sobre qué opina “la gente” actual sobre Jesús de Nazaret
y sobre la Iglesia de Jesús. Se oye decir con frecuencia a bastantes personas
que a ellas Jesús sí les convence, pero que su Iglesia no. Esto es algo muy
grave para nosotros, los que queremos ser miembros vivos de la Iglesia de
Cristo; por eso debemos reflexionar sobre esto y hacer un sincero examen de
conciencia. En general la gente opina sobre Jesús influenciada por el modo de
hablar y actuar que tienen los cristianos a los que ellos conocen. Según el
modo de actuar de los cristianos de a pie y según el modo de hablar y actuar de
los que gobiernan la Iglesia. De ahí la responsabilidad grande que tenemos
todos los cristianos de actuar de tal manera que la sociedad en la que vivimos
pueda ver en Jesús a la persona que él realmente fue: el Hijo de Dios, su
predilecto, tal como el mismo Dios nos lo dijo en la teofanía del Bautismo de
Jesús y en la Trasfiguración de Jesús en el monte Tabor. A esto debemos aspirar
todos los cristianos, los fieles y la jerarquía eclesiástica en general. Que no
sólo nosotros, sino también la sociedad actual pueda responder como respondió
Pedro: “! Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo!”.
2.- ¡Qué insondables son las
decisiones de Dios y qué irrastreables sus caminos! Todos los que
tenemos ya algunos años de juventud acumulada hemos comprobado esto: en algunos
momentos a Dios no hay quien lo entienda. En los buenos momentos sí, claro,
pero en lo momentos malos, malísimos, no siempre. Entendemos que los hombres
tenemos libertad para hacer el bien y libertad para hacer el mal, entendimiento
para entender algunas cosas e incapacidad para conocer otras, corazón bueno y
corazón malo, pero ante tantos males y desgracias irreparables y absurdas, ante
tantas catástrofes naturales y provocadas, ante tantos mundos y universos
inalcanzables y lejanísimos, ¿dónde podemos ver el rostro de Dios? Quedémonos
con lo que nos dice hoy san Pablo: “Dios es el origen, guía meta del universo.
A él la gloria por los siglos. Amén. Adorémosle, aunque no entendamos sus
insondables decisiones, ni podamos ver sus irrastreables caminos.
4.- PERO ¿INTERESA JESÚS?
Por Javier Leoz
Seguramente que, allá donde pasamos
muchas horas cada día, la cuestión de la fe (ser cristiano y todo aquello que
ello entraña) no capitaliza –ni mucho menos- el centro de atención de la
conversación. Tal vez, y puede ser un fallo grande o exponente una debilidad,
sabemos hablar de todo pero nos cuesta hablar de Dios: expresar nuestras
convicciones religiosas; manifestar nuestras creencias; defender, si la
situación lo requiere, la concepción que tenemos de la vida, de la familia y de
la sociedad desde el Evangelio.
1. ¿Quién dice la gente que soy yo? Hay
que quitar esa gran máscara del cristianismo vergonzante o de falsos respetos
que, algunos de nosotros, podemos tener. La fe no la podemos reducir y
enclaustrar exclusivamente a una vivencia interna. Con el Señor, en estos
domingos precedentes, hemos comido el pan multiplicado, nos ha sacado del fango
de las aguas turbulentas, nos ha sanado en numerosas ocasiones como lo hizo con
la hija de la mujer cananea.
Viene el Señor, una vez más, y nos
pregunta que qué pensamos de todo esto. De nuestra fe y de nuestra esperanza,
de nuestro seguimiento y de nuestra entrega, de su persona y de sus palabras.
En un mundo mediatizado por la imagen,
el Señor, no nos pregunta por sentirse inseguro. Lo hace porque tal vez,
nosotros, no estemos seguros de a quién seguimos, quien es y por qué le
seguimos.
2. Aquí, hoy, podríamos poner encima de
la mesa del altar las cartas de la verdad o de la falsedad de nuestras
creencias.
-En nuestras conversaciones ¿cuántas veces
hablamos de Dios?
-Con los amigos ¿cuándo planteamos
seriamente nuestra vida cristiana o el hecho de ser católicos y cristianos?
Porque, en definitiva, de lo que abunda en el corazón se expresa en los labios.
-¿Qué decimos sobre El? ¿Le conocemos
profundamente o sólo superficialmente? ¿Escuchamos su Palabra o simplemente
asistimos a su lectura? ¿Estamos en comunión con El, o somos unos amigos
interesados que sólo lo saben vivir y sentir en ciertas celebraciones solemnes?
3. Uno de los aspectos más negativos de
nuestro tiempo es el relativismo. También, respecto a la persona de Jesús, ha
hecho estragos este virus. No es difícil encontrar personas que digan que Jesús
es un personaje formidable, fuera de serie, histórico pero olvidan (tal vez no
lo han sentido nunca) que Jesús, como Hijo de Dios, es sobre todo Salvador.
-Jesús no ha venido al mundo para ser
coreado en pancartas y luego ser olvidado en el estilo de vida de los que nos
decimos creyentes.
-Jesús no ha nacido para que nos remitamos
a las actas de la historia y comprobemos que, en verdad, existió.
-Jesús no ha irrumpido repentinamente para
que lo ensalcemos como un defensor -de las causas perdidas.
-Jesús, sobre todo, ha venido para que
veamos en El, la mejor fotografía y el mejor rostro que Dios tiene: el amor.
Hoy, como Pedro entonces, nuestra
iglesia (con contradicciones, deficiencias, limitaciones, dificultades,
temperamento, carácter, etc.) sigue respondiendo: Tú, Señor, eres el Hijo de
Dios.
4.- TE CONFIESO, QUE NO LO SÉ, SEÑOR
Digo amarte
cuando, media hora en tu
presencia,
me parece excesivo o demasiado
Presumo de conocerte
y, ¡cuántas veces!
el Espíritu me pilla fuera de
juego
Te sigo y escucho
y miro, una y otra vez,
hacia senderos distantes de Ti.
Te confieso, Señor,
que no sé demasiado de Ti.
Que tu nombre me resulta
complicado
pronunciarlo y defenderlo
en ciertos ambientes.
Que, tu señorío,
lo pongo con frecuencia
debajo de otros señores
ante los cuales doblo mi rodilla
Te confieso, Señor,
que mi voz no es para tus cosas
lo suficientemente recia ni
fuerte
como lo es para las del mundo.
Te confieso, Señor,
que mis pies caminan más deprisa
por otros derroteros que el
placer
las prisas, los encantos o el
dinero me marcan.
Te confieso, Señor,
que, a pesar de todo,
sigo pensando, creyendo y
confesando
que eres el Hijo de Dios.
Haz, Señor, que allá por donde yo
camine
lleve conmigo la pancarta de “soy
tu amigo”
Haz, Señor, que allá donde yo
hable
se escuche una gran melodía:
“Jesús es el Señor”
Haz, Señor, que allá donde yo
trabaje
con mis manos o con mi mente
construya un lugar más habitable
en el que Tú puedas formar parte.
Amén
5.- “SOBRE ESTA PIEDRA EDIFICARÉ MI
IGLESIA”
Por Ángel Gómez Escorial
1.- Cefas, o Kefas, ya no llamará
así. Va a recibir el nombre de Piedra, de Pedro. Cambiar el nombre de alguien
entre los judíos era darle un destino o una misión. Jesús quiere que Cefas sea
la piedra que aguante la organización de su Iglesia. La referencia del capítulo
22 del Libro de Isaías narra que Eliacín va a recibir la llave del palacio de
David. Eso significa tener el poder sobre el mismo y su control presente y
futuro. También cambiará su nombre. Mateo narra de manera muy precisa la
consagración de Cefas como primado de la Iglesia, como garante de llaves del
Reino, como primer Papa. La promesa de Jesús no es solo relativa a un "cargo",
incluye la permanencia de la Iglesia ante los avatares históricos y ante los
ataques de sus enemigos. Pero además esa Iglesia vive dentro de una relación de
continuidad con el cielo. La fórmula utilizada por Jesús es, como decíamos, muy
precisa: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el
poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos;
lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la
tierra, quedará desatado en el cielo". Estamos, pues, ante una realidad
muy importante, que no viene de un capitulo organizativo humano. El Papado es
una institución del mismo Cristo y esto no tiene discusión.
2.- "¿Quién dice la gente
que es el Hijo del Hombre?". Es una pregunta interesante que deberíamos
hacernos cada uno. Y, sobre todo, preguntarnos que es Jesús para nosotros. Ha
de ser una pregunta dirigida a una nuestra propia intimidad y contestada
también en comunión, en la deseada "común-unión" en la que deberíamos
vivir todos los cristianos. Pero ocurre que, a veces, no nos hacemos esa
pregunta por miedo a encontrar respuesta. Sí, por temor a encontrar una
contestación que cambie nuestra vida. Es posible que vivamos
"adecuadamente" con nuestro "cristianismo de salón", que no
sale más allá de unas cuantas prácticas religiosas o de la asistencia a alguna
misa dominical. Y no es eso. Si nosotros --cada uno de nosotros--, como Pedro,
expresamos en nuestro interior que Jesús es el Mesías esa impronta saldrá fuera
y nos hará confesar por calles y plazas que él es el Cristo. Jesús le dice a
Pedro que tal sabiduría se la ha inspirado su Padre que está en el Cielo.
3.- ¿Tenemos la "puerta
abierta" de nuestro espíritu para que el Padre nos hable? Si nuestra alma
está cerrada a las inspiraciones de Dios será porque estaremos demasiado
preocupados con lo material e inmediato. Y eso sería un grave problema. A veces
nosotros mismos acusamos a la Iglesia de ser una organización fuerte y pesada,
ocupada en administrar las cosas del mundo. ¿Y no será que es nuestra vida la
que está empapada de deseos de poder mundano, de dinero, de éxito temporal, de
dominio y que es, precisamente, todo ello lo que nos impide escuchar a Dios?
4.- La densidad positiva del párrafo
del capítulo XVI del Evangelio de Mateo reside, por un lado en el
reconocimiento inmediato y espontáneo, por parte de Pedro, de la auténtica
misión de Jesús. Y a partir de ahí, recibe el encargo de soportar, como piedra
fundamental, todo el peso de la organización presente y futura de la Iglesia de
Cristo. Tanto en el reconocimiento de Pedro sobre la auténtica identidad de
Jesús, como respecto a la dignidad que le otorga Cristo, en ambas
circunstancias está presente el Padre y su Espíritu inspirador. Por ello, el
contenido trinitario de la escena es más que evidente. No es, por tanto, una
fundación humana. La Iglesia es una realidad transcendente basada en la
presencia, dentro de la misma, de Dios. Pero ello, a su vez, hay que asumirlo
con enorme humildad y no usarlo como arma arrojadiza contra los hermanos de
otras Iglesias o de otros credos. Sabemos que la Iglesia es de Dios, pero no
será "nuestra" en la medida que no seamos inspirados por el Padre. No
tenemos títulos propios para ocupar puesto alguno en la Iglesia, sólo los que
nos dan la benevolencia y la sabiduría de Dios.
5.- ¿Merecemos los hombres los dones de
Dios? ¿Era Pedro el más adecuado para recibir las llaves del Reino? La
respuesta la tiene San Pablo en su Carta a los Romanos. Es tan breve el párrafo
que hemos leído hoy, que merece la pena repetirlo ahora y hacer luego, ya en
casa, su lectura más reposadamente. Dice Pablo: "¡Qué abismo de
generosidad, de sabiduría y de conocimiento, el de Dios! ¡Qué insondables sus
decisiones y qué irrastreables sus caminos! ¿Quién conoció la mente del Señor? ¿Quién
fue su consejero? ¿Quién le ha dado primero, para que él le devuelva? Él es el
origen, guía y meta del universo. A él la gloria por los siglos". Solo la
generosidad de Dios podría ofrecer a un humano una misión tan importante y
sólo, asimismo, esa misma generosidad ha podido hacernos partícipes de una
realidad transcendente, y continua en lo eterno, como lo es la Iglesia. Debemos
meditar sobre nuestra relación con Dios y no "materializarla" a nivel
de un rito desprovisto de toda comunicación real. El Señor, por generosidad,
quiso quedarse en la Eucaristía. Está muy cerca de nosotros. Al menos una vez
al día –aunque solo sea una vez al día—deberíamos pensar que esta Iglesia es
obra de sus manos y que nuestra presencia en ella es continuidad de un designio
divino.
LA HOMILÍA MÁS JOVEN
DE EXCURSIÓN POR LA FRONTERA
Por Pedrojosé Ynaraja
1.- Nos gusta referirnos a la
personalidad de Jesús, porque es sumamente atractiva. Su formación fue en parte
“académica” y en parte autodidacta. Aprendió lenguas, seguramente, en Sephoris
y allí se hizo rabino. Se formó junto a su Madre Santa María y aprendió de José
múltiples habilidades. Ahora bien, no fue ajena a su cultura la misma
naturaleza. Las flores del campo, las veleidades de las aguas libres, las
guerrillas que en el interior la materia orgánica modifican organismos
microscópicos, etc. ¡Pobre de mí!, si ahora mismo se me apareciera físicamente
el Señor ¿me reñiría porque nunca fue este y así, su lenguaje? Creo que no.
Seguramente se reiría de mí, al comprobar mis esfuerzos por adaptar su lenguaje
al nuestro.
2.- El Señor, durante su vida
apostólica, no me gusta llamarla pública porque nunca fue un ciudadano
clandestino, se relacionó con sus vecinos que le conocían de sobras, a Él y a
su parentela. Viajó también, no tanto como dan a entender las películas que
sobre Él se han hecho. Durmió, comió, rezó, meditó. Y bebió agua, sin duda. Si
os he dicho que viajó, es porque no se limitó a ir a Jerusalén en los
preceptivos días de Pascua. Arriba y abajo, de la alta a la baja Galilea. Al
Líbano o al oriente del Jordán, también se desplazó. Y los viajes siempre
enriquecen, para los que tienen los ojos abiertos y cerebro y corazón
dispuestos a aceptar dones imprevistos. Ahora bien, no de todo lo que aprendió
de la naturaleza, tuvo tiempo de hablarlo, o al menos no nos ha llegado noticia
de ello. Esta introducción sirve para situar el relato evangélico, que recoge
la liturgia de la misa de este domingo.
3.- El trayecto desde Cafarnaún a las
estribaciones de la cordillera del Líbano, transcurre teniendo siempre al lado
el Jordán, cuenca fértil, con cultivos al otro. Cerca del final de la
excursión, nuestro río se atreve a hacer pinitos y salta en numerosas
cataratas, llenas de encanto. Antes ha atravesado un lago que la Biblia ni
siquiera menciona, el Hule. Por el camino vería también diminutas orquídeas y
enfrente tendría a la vista, o nieves en las cimas, o algún que otro helero,
que hasta el verano perduraban. Será por eso del cacareado cambio climático,
que desde hace unos años, cuando por esas tierras voy, ya no veo ni una sola
mancha blanca, de escondida nieve helada. El camino sube, de estar bastantes
metros bajo el nivel del mar en Cafarnaún, se empina luego y en Cesaré de
Felipe, llega a los 350m por encima.
4.- La meta de la excursión era una de
las fuentes del Jordán, la que más caudal aporta, que hoy se llama Banyas. Muy
próxima a otra, también de agua abundante, que es la de Dan. El paisaje es
soberbio y sugerente y a eso me voy a referir. Dejadme, mis queridos jóvenes
lectores, que os advierta que por el entorno y esculpidos en las rocas, se ven
todavía, nichos donde hubieron imágenes del dios Pan, divinidad pastoril. En
las proximidades de este entorno, se levantó por aquellos tiempos una ciudad,
que el reyezuelo de turno dedicó al emperador de Roma, de aquí lo de Filipo y
Cesarea. De nada de esto hablaría el Maestro con los suyos, pero yo me atrevo a
hacerlo con vosotros.
5.- Llegarían algo cansados, el pequeño
llano invitaba a sentarse, mirarse la cara de fatiga que todos tendrían,
comentar el paisaje y hablar quedamente con los compañeros. Jesús aprovecha la
ocasión. Con los que uno confía, le gusta saber sus opiniones y ahora que ya
llevan un tiempo viviendo juntos, sin aislarse del pueblo, es hora de preguntarles
sobre su misma persona. Le contestan sin tapujos. Hablan de lo que dicen de Él
los demás, no callan nada.
Jesús ahora lanza carga de profundidad:
--¿Qué piensan ellos de Él?
Sin encomendarse ni a Dios, ni al
diablo, así pensaba él, salta Simón:
--Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios
vivo….
6.- ¡Anda ya!...Pues, no. el Maestro no
le llama exagerado. Le advierte que sin darse cuenta, ha estado tocado por la
mano amorosa de su Padre, que es quien le ha inspirado aquella respuesta.Ante
el asombro de todos y envuelto en las sugerencias del paisaje, le dice:
--Tú, Simón, de ahora en adelante, te
llamarás peñasco, (quefas en arameo, petron en griego, pedro en roman
paladino) fuerte y firme como el que vemos delante. Para ti tengo grandes
proyectos. Muchos de mis propósitos se realizarán contigo y en ti. Serás
fundamento de mi ensueño, de mi iglesia. ¿Ves aquel inmenso agujero? La gente
dice que es la puerta del infierno, no te inquietes. Este antro no podrá nada
contra ella. Tú, pescador de artes sencillas, redes y anzuelos, tendrás poder
de decisión. Esto y otras más cosas, dijo.
7.- En este momento, tal vez pensó el
Señor que había sido imprudente adelantándose a lo que tenía previsto decirles
y lo tenía reservado para más tarde. Pero no importa, con ello se darían cuenta
de la confianza que en ellos tenía puesta. Eso sí, les pide reserva. No hablen
de ello por entonces, ya tendrán tiempo de comentar largo y tendido, lo que
allí les ha contado, bastante más tarde. Aquí fue el anuncio, la confirmación
llegaría otro día.
Ahora os digo, mis queridos jóvenes
lectores, ¿tenéis amigos a quienes confiáis vuestras esperanzas? O ¿tal vez
sois herméticos, reservados, prudentes hasta el extremo, que no explicáis nada
a nadie?
Y para acabar os advierto una cosa. Os
decía al principio que la personalidad humana de Jesús es muy atractiva, os lo
expresaba en lenguaje muy nuestro, Dios me libre de que lo que os he dicho
caiga en manos, o más bien a la vista, de un “teólogo de laboratorio” de la
escuela tomista. En su vocabulario, muy respetable por cierto, el Maestro sólo
tiene personalidad divina. Lo que os he hablado, debería atribuirse a su
naturaleza, que esta sí que es doble, divina y humana. ¿Os da risa? Pues a mí
en mis tiempos de seminarista, tal vocabulario, supuso una buena reprimenda en
clase, por parte del profesor de teología. Y ahora soy yo el que me río
recordándolo y confiándooslo.
Lectura de Postcomunión
MONICIÓN
Escuchemos con atención la plegaria que
Javier Leoz, sacerdote, nos ofrece hoy.
TE CONFIESO, SEÑOR,
Te confieso, Señor,
que, a pesar de todo,
sigo pensando, creyendo y confesando
que eres el Hijo de Dios.
Haz, Señor, que allá por donde yo
camine
lleve conmigo la pancarta de “soy tu
amigo”
Haz, Señor, que allá donde yo hable
se escuche una gran melodía: “Jesús es
el Señor”
Haz, Señor, que allá donde yo trabaje
con mis manos o con mi mente
construya un lugar más habitable
en el que Tú puedas formar parte.
Amén
Exhortación de Despedida
Salgamos felices del templo. Unidos en
fraternal unión hemos celebrado ese gran milagro de amor que es la presencia de
un Dios hecho hombre en el altar de nuestra celebración.
P. Victor Livori (Director Obras Misionales Pontificias)
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