Santoral 22 de Agosto: Santa María Reina
Texto del Evangelio (Mt 19,23-30): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus
discípulos: «Yo os aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los
Cielos. Os lo repito, es más fácil que un camello entre por el ojo de una
aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos». Al oír esto, los
discípulos, llenos de asombro, decían: «Entonces, ¿quién se podrá salvar?».
Jesús, mirándolos fijamente, dijo: «Para los hombres eso es imposible, mas para
Dios todo es posible».
Entonces
Pedro, tomando la palabra, le dijo: «Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y
te hemos seguido; ¿qué recibiremos, pues?». Jesús les dijo: «Yo os aseguro que
vosotros que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del hombre
se siente en su trono de gloria, os sentaréis también vosotros en doce tronos,
para juzgar a las doce tribus de Israel. Y todo aquel que haya dejado casas, hermanos,
hermanas, padre, madre, hijos o hacienda por mi nombre, recibirá el ciento por
uno y heredará la vida eterna. Pero muchos primeros serán últimos y muchos
últimos, primeros».
Comentario: Rev. D. Fernando PERALES i Madueño (Terrassa,
Barcelona, España).
«Un
rico difícilmente entrará en el Reino de los Cielos... Entonces, ¿quién se
podrá salvar?»
Hoy
contemplamos la reacción que suscitó entre los oyentes el diálogo del joven
rico con Jesús: «¿Quién se podrá salvar?» (Mt 19,25). Las palabras del Señor
dirigidas al joven rico son manifiestamente duras, pretenden sorprender,
despertar nuestras somnolencias. No se trata de palabras aisladas, accidentales
en el Evangelio: veinte veces repite este tipo de mensaje. Lo debemos recordar:
Jesús advierte contra los obstáculos que suponen las riquezas, para entrar en
la vida...
Y,
sin embargo, Jesús amó y llamó a hombres ricos, sin exigirles que abandonaran
sus responsabilidades. La riqueza en sí misma no es mala, sino su origen si fue
injustamente adquirida, o su destino, si se utiliza egoístamente sin tener en
cuenta a los más desfavorecidos, si cierra el corazón a los verdaderos valores
espirituales (donde no hay necesidad de Dios).
«¿Quién
se podrá salvar?». Jesús responde: «Para los hombres eso es imposible, mas para
Dios todo es posible» (Mt 19,26). —Señor, Tú conoces bien las habilidades de
los hombres para atenuar tu Palabra. Tengo que decírtelo, ¡Señor, ayúdame!
Convierte mi corazón.
Después
de marchar el joven rico, entristecido por su apego a sus riquezas, Pedro tomó la
palabra y dijo: —Concede, Señor, a tu Iglesia, a tus Apóstoles ser capaces de
dejarlo todo por Ti.
«En
la regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria...»
(Mt 19,28). Tu pensamiento se dirige a ese “día”, hacia ese futuro. Tú eres un
hombre con tendencia hacia el fin del mundo, hacia la plenitud del hombre. En
ese tiempo, Señor, todo será nuevo, renovado, bello.
Jesucristo
nos dice: —Vosotros, que lo habéis dejado todo por el Reino, os sentaréis con
el Hijo del Hombre... Recibiréis el ciento por uno de lo que habéis dejado... Y
heredaréis la vida eterna... (cf. Mt 19,28-29).
El
futuro que Tú prometes a los tuyos, a los que te han seguido renunciando a
todos los obstáculos... es un futuro feliz, es la abundancia de la vida, es la
plenitud divina.
—Gracias,
Señor. ¡Condúceme hasta ese día!
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