Día litúrgico: 29 de Julio:
Santa Marta
Texto del Evangelio (Lc 10,38-42): En aquel tiempo, Jesús entró en un
pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una
hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra,
mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo:
«Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues,
que me ayude». Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas
por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha
elegido la parte buena, que no le será quitada».
Comentario: Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del
Vallès, Barcelona, España).
«Te
preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de
una sola»
Hoy,
también nosotros —atareados como vamos a veces por muchas cosas— hemos de
escuchar cómo el Señor nos recuerda que «hay necesidad de pocas, o mejor, de
una sola» (Lc 10,42): el amor, la santidad. Es el punto de mira, el horizonte que
no hemos de perder nunca de vista en medio de nuestras ocupaciones cotidianas.
Porque
“ocupados” lo estaremos si obedecemos a la indicación del Creador: «Sed
fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla» (Gn 1,28). ¡La
tierra!, ¡el mundo!: he aquí nuestro lugar de encuentro con el Señor. «No te
pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno» (Jn 17,15).
Sí, el mundo es “altar” para nosotros y para nuestra entrega a Dios y a los
otros.
Somos
del mundo, pero no hemos de ser mundanos. Bien al contrario, estamos llamados a
ser —en bella expresión de san JuanPablo II— “sacerdotes de la creación”, “sacerdotes” de nuestro mundo, de un
mundo que amamos apasionadamente.
He
aquí la cuestión: el mundo y la santidad; el tráfico diario y la única cosa
necesaria. No son dos realidades opuestas: hemos de procurar la confluencia de
ambas. Y esta confluencia se ha de producir —en primer lugar y sobre todo— en
nuestro corazón, que es donde se pueden unir cielo y tierra. Porque en el corazón
humano es donde puede nacer el diálogo entre el Creador y la criatura.
Es
necesaria, por tanto, la oración. «El nuestro es un tiempo de continuo
movimiento, que a menudo desemboca en el activismo, con el riesgo fácil del
“hacer por hacer”. Tenemos que resistir a esta tentación, buscando “ser” antes
que “hacer”. Recordemos a este respecto el reproche de Jesús a Marta: ‘Tú te
afanas y te preocupas por muchas cosas y sin embargo sólo una es necesaria’ (Lc
10,41-42)» (San Juan Pablo II).
No
hay oposición entre el ser y el hacer, pero sí que hay un orden de prioridad,
de precedencia: «María ha elegido la parte buena, que no le será quitada» (Lc
10,42).
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