Día litúrgico: Sábado XIV
del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 10,24-33): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus
Apóstoles: «No está el discípulo por encima del maestro, ni el siervo por
encima de su amo. Ya le basta al discípulo ser como su maestro, y al siervo
como su amo. Si al dueño de la casa le han llamado Beelzebul, ¡cuánto más a sus
domésticos!
»No
les tengáis miedo. Pues no hay nada encubierto que no haya de ser descubierto,
ni oculto que no haya de saberse. Lo que yo os digo en la oscuridad, decidlo
vosotros a la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde los terrados. Y no
temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien
a Aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna. ¿No se venden
dos pajarillos por un as? Pues bien, ni uno de ellos caerá en tierra sin el
consentimiento de vuestro Padre. En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de
vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; vosotros valéis más que
muchos pajarillos. Por todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo
también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien
me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los
cielos».
Comentario: P. Raimondo M. SORGIA Mannai OP (San Domenico di
Fiesole, Florencia, Italia).
«No
está el discípulo por encima del maestro»
Hoy,
el Evangelio nos invita a reflexionar sobre la relación maestro-discípulo: «No
está el discípulo por encima del maestro, ni el siervo por encima de su amo»
(Mt 10,24). En el campo humano no es imposible que el alumno llegue a
sobrepasar a quien le enseñó el abc de una disciplina. Hay en la historia
ejemplos como Giotto, que se adelanta a su maestro Cimabue, o como Manzoni al
abad Pieri. Pero la clave de la suma sabiduría está sólo en manos del
Hombre-Dios, y todos los demás pueden participar de ella, llegando a entenderla
según diversos niveles: desde el gran teólogo santo Tomás de Aquino hasta el
niño que se preparara para la Primera Comunión. Podremos añadir adornos de
varios estilos, pero no serán nunca nada esencial que enriquezca el valor
intrínseco de la doctrina. Por el contrario, es posible que rayemos en la
herejía.
Debemos
tener precaución al intentar hacer mezclas que pueden distorsionar y no
enriquecer para nada la substancia de la Buena Noticia. «Debemos abstenernos de
los manjares, pero mucho más debemos ayunar de los errores», dice san Agustín.
En cierta ocasión me pasaron un libro sobre los Ángeles Custodios en el que
aparecen elementos de doctrinas esotéricas, como la metempsicosis, y una
incomprensible necesidad de redención que afectaría a estos espíritus buenos y
confirmados en el bien.
El
Evangelio de hoy nos abre los ojos respecto al hecho ineludible de que el
discípulo sea a veces incomprendido, encuentre obstáculos o hasta sea
perseguido por haberse declarado seguidor de Cristo. La vida de Jesús fue un
servicio ininterrumpido en defensa de la verdad. Si a Él se le apodó como
“Beelzebul”, no es extraño que en disputas, en confrontaciones culturales o en
los careos que vemos en televisión, nos tachen de retrógrados. La fidelidad a
Cristo Maestro es el máximo reconocimiento del que podemos gloriarnos: «Por
todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por
él ante mi Padre que está en los cielos» (Mt 10,32).
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