Texto del Evangelio (Mt 10,7-15): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus
Apóstoles: «Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca. Curad
enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo
recibisteis; dadlo gratis. No os procuréis oro, ni plata, ni calderilla en
vuestras fajas; ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni
bastón; porque el obrero merece su sustento. En la ciudad o pueblo en que
entréis, informaos de quién hay en él digno, y quedaos allí hasta que salgáis.
Al entrar en la casa, saludadla. Si la casa es digna, llegue a ella vuestra
paz; mas si no es digna, vuestra paz se vuelva a vosotros. Y si no se os recibe
ni se escuchan vuestras palabras, salid de la casa o de la ciudad aquella
sacudiendo el polvo de vuestros pies. Yo os aseguro: el día del Juicio habrá
menos rigor para la tierra de Sodoma y Gomorra que para aquella ciudad».
Comentario: Rev. D. Antonio BORDAS i Belmonte (L’Ametlla de Mar,
Tarragona, España).
«Id
proclamando que el Reino de los Cielos está cerca»
Hoy,
el texto del Evangelio nos invita a evangelizar; nos dice: «Predicad» (cf. Mt
10,7). El anuncio es la buena nueva de Jesús, que intenta hablarnos del reino
de Dios, que Él es nuestro salvador, enviado por el Padre al mundo y, por este
motivo, el único que nos puede renovar desde dentro y cambiar la sociedad en la
que vivimos.
Jesús
anunciaba que «el Reino de los Cielos está cerca» (Mt 10,7). Él era el
anunciador del reino de Dios que se hacía presente entre los hombres y mujeres
en la medida en que el bien avanzaba y retrocedía el mal.
Jesús
quiere la salvación del hombre total, en su cuerpo y en su espíritu; más aun,
ante el enigma que preocupa a la humanidad, que es la muerte, Jesús propone la
resurrección. Quien vive muerto por el pecado, cuando recupera la gracia,
experimenta una nueva vida. Éste es un gran misterio que comenzamos a
experimentar a partir de nuestro bautismo: ¡los cristianos estamos llamados a
la resurrección!
Una
muestra de cómo el Papa Francisco busca el bien del hombre: «Esta “cultura del
descarte” nos ha hecho insensibles también al derroche y al desperdicio de
alimentos. En otro tiempo nuestros abuelos cuidaban mucho que no se tirara nada
de comida sobrante. ¡El alimento que se desecha es como si se robara de la mesa
del pobre, de quien tiene hambre!».
Jesús
nos dice que seamos siempre portadores de paz. Cuando los sacerdotes llevamos
la Comunión a un enfermo decimos: «¡La paz del Señor a esta casa!». Y la paz de
Cristo permanece ahí, si hay personas dignas de ella. Para recibir los dones
del reino de Dios se necesita una buena disposición interior. Por otro lado,
también vemos cómo mucha gente pone excusas para no recibir el Evangelio.
Nosotros
tenemos un gran cometido entre los hombres, y es que no podemos dejar de
anunciar el Evangelio después de haber creído, porque vivimos de él y queremos
que otros también lo vivan.
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