Hoy, Jesús revela expresamente el alcance de su
encarnación: dar la vida por el mundo. La Eucaristía, además de ser el
sacramento de su permanencia entre nosotros, contiene el don de su sacrificio
por nosotros.
Esto se ve más claramente en el versículo 53, donde el
Señor menciona además su Sangre, que Él nos da a "beber". Aquí no
sólo resulta evidente la referencia a la Eucaristía, sino que además se perfila
aquello en que se basa: el sacrificio de Jesús que derrama su Sangre por
nosotros y, de este modo, sale de Sí mismo, por así decirlo, se derrama, se
entrega a nosotros. Así, pues, Encarnación y Cruz se entrecruzan.
—El pan presupone que la semilla —el grano de trigo— ha
caído en la tierra, "ha muerto", y que de su muerte ha crecido
después la nueva espiga. El pan terrenal puede llegar a ser portador de la
presencia de Cristo porque lleva en sí mismo el misterio de la pasión, reúne en
sí muerte y resurrección.
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net
(elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).
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