Hoy contemplamos el "misterio de la comunión de los
santos" del cielo y de la tierra. No estamos solos; estamos rodeados por
una gran nube de testigos: con ellos formamos el Cuerpo de Cristo. El glorioso
ejército de los santos intercede por nosotros ante el Señor; nos acompaña en
nuestro camino hacia el Reino y nos estimula a mantener nuestra mirada fija en
Jesús.
El Evangelio de esta fiesta presenta el anuncio de las
"Bienaventuranzas". En realidad, el bienaventurado por excelencia es
sólo Jesucristo. En efecto, Él es el verdadero pobre de espíritu, el que llora,
el manso, el misericordioso… Las Bienaventuranzas nos muestran la fisonomía
espiritual de Jesús y, así, manifiestan su misterio de pasión y de alegría de
la resurrección. Este misterio, que es misterio de la verdadera
bienaventuranza, nos invita al seguimiento de Jesucristo y así al camino que
lleva a ella.
—También nosotros podemos participar de su
bienaventuranza. Con Él lo imposible resulta posible: con su ayuda podemos
llegar a ser perfectos como el Padre celestial.
Fuente: master·evangeli.net
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